
Cuadro de Caspar David Friedrich
Al igual que hace unas semanas (en ese caso fue un texto de David Foster Wallace), hoy he aprovechado un texto que he encontrado en el (siempre estupendo) blog Calle del Orco para la entrada de hoy.
Así, la canción del viernes la sustituyo, de nuevo, por un texto que me ha deslumbrado.
Había dudado entre este y otro de Alejo Carpentier hablando sobre los diálogos en las novelas, pero finalmente ha ganado el de Stevenson, más acorde con lo que yo pienso.
«Competir con la vida”, cuando ni siquiera podemos mirar cara a cara el sol, cuando sus pasiones y enfermedades nos consumen y matan; competir con el sabor del vino, con la belleza de la aurora, el ardor del fuego o la amargura de la separación y la muerte, equivale en verdad al proyecto de escalar el cielo […]. Todo el secreto reside en que ningún arte “compite con la vida”. El único método del hombre, en sus razonamientos o en sus creaciones, consiste en entrecerrar los ojos ante el deslumbramiento y la confusión de la realidad […]. Pues al cúmulo de impresiones vigorosas aunque discretas que la vida ofrece, el escritor le sustituye una serie artificial de impresiones, sin duda más débilmente representadas, pero que apuntan a producir el mismo efecto, repicando todas a la vez como las notas armónicas en música o como los matices graduados de un buen cuadro. En cada capítulo, en cada página, en cada frase de la novela bien escrita resuena repetidas veces el pensamiento creativo dominante; a ello deben contribuir todos los incidentes y personajes; y el estilo debe acordarse al unísono con él; y si en algún momento una palabra está fuera de lugar, sépase que el libro sería más convincente, diáfano y (casi habré de decir) denso si se prescinde de ella. La vida es montruosa, ilimitada, absurda, profunda y áspera; en comparación con ella, la obra de arte es ordenada, precisa, independiente, racional, fluida y mutilada. La vida se impone por la fuerza, como el trueno inarticulado; el arte seduce al oído, en medio de los ruidos infinitamente más ensordecedores de la experiencia, como una melodía construida artificialmente por un músico discreto […]. La novela, obra de arte, no existe por sus semejanzas con la vida, forzadas y materiales, como ese zapato que sigue siendo un trozo de cuero, sino por su diferencia inconmensurable, significativa y reelaborada, y que es a la par el método y el significado de la obra.
Información Bitacoras.com
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No conocía yo este texto. Y es que tan cierto y tan…todo que no puedo decir nada más. ¿Será porque yo también escribo?
¡Besos!