Consecuencia de este pensamiento: se acordará de la familia, pero, eh, sin nostalgia. O, mejor dicho, con una nostalgia sana. No echará de menos los ratos vividos ni los olores, ni tendrá ganas de llorar cuando evoque la sonrisa de su mujer o esa forma tan especial que tenía la hija de correr los sesenta metros lisos. Recordar no será ninguna tortura; al contrario, le servirá para matar las horas.
Empecé a leer el libro con cierta mala leche por un motivo que nada tenía que ver con el libro en sí. Simplemente que originalmente fue escrito en catalán, y en lugar de leerlo en ese idioma y por un tonto error mío al comprarlo en internet, me lo compré traducido al español. Una vez superado el minitrauma pude empezar a disfrutarlo…
El punto de partida es de lo más tópico. ¿Sabéis esas historias donde alguien sale a comprar tabaco y ya no vuelve nunca más? Eso es lo que ocurre en este libro, solo que el protagonista, un oficinista belga, no sospecha que no va a volver. En principio coge las monedas justas para sacar dos paquetes de Kent del bar cercano a su casa. Pero resulta que el bar está cerrado, y la tienda paquistaní donde va en segundo lugar está incendiándose… nada sale según lo previsto y cada paso que da le aleja más de su mujer y su hija, que sin sospechar nada se han quedado en casa.
Y a partir de ahí la acción no para. Partiendo de Bélgica, resultará que el hombre acabará en lugares remotos, vivirá aventuras que nunca hubiera pensado que experimentaría. En el libro hay incendios, homicidios, accidentes aéreos, experiencias más allá de la muerte, abducciones… todas tienen como centro a este hombre que no puede ni quiere encontrar el camino de vuelta a su casa. Porque él ya no siente que sea su casa, y cuando recuerda a su mujer y a su hija, las recuerda con una nostalgia algo distante, como recordamos lo que ya no nos hace daño pero tampoco echamos de menos.
El protagonista se autodenomina frío, aunque ha comenzado a practicar para serlo menos en los últimos tiempos. Quizá eso esté relacionado con el encadenamiento de actos impulsivos que lleva a cabo, con esa huida hacia adelante del hombre que no es feliz, ni infeliz, un hombre que es más bien gris y poco épico, sin pasado destacable ni un futuro prometedor. Todo eso cambia cuando huye, ahí da la impresión de que el hombre comienza a vivir de verdad la vida. Las situaciones que se suceden son surrealistas, y los hechos se suceden en una vorágine de acción y misterio. En esta historia de hechos improbables, sorprende que el protagonista siga pareciendo tan cercano. Y lo que resulta más sorprendente es que el libro consiga mantener un estilo que no juzga las decisiones del protagonista, sino que se limita a describir las emociones y sentimientos que experimenta.
Interesante leer sobre la versión del que desaparece, en este caso voluntariamente. Una novela corta que me he leído muy rápido. Pese a su densidad en cuanto a acción y mundo interior del protagonista, es amena de leer, muy entretenida. Y todo con ese estilo cáustico y ligeramente complicado de Pàmies (sí, soy muy fan).
Para Oliveira, los humanos se dividen en tres grupos: los líquidos, los gaseosos y los sólidos. Los líquidos son la mayoría – él, su mujer, Horácio, Lúcia, la doctora Barbosa -. Se adaptan a cada situación según la fuerza de la corriente y los accidentes del terreno. No les molesta mezclarse ni cambiar de color, de olor o de sabor (cuando les molesta, se resignan). De vez en cuando se ahogan o se secan, y entonces suelen atribuirlo a la mala suerte. Por lo general, sin embargo, salen adelante y llegan a donde los llevan las circunstancias; nunca a donde habían previsto. Los gaseosos son los que Oliveira odia más. Cree que no tendrían que existir. Viven de trabajos que no hacen, repiten como propias ideas que han robado y mienten, no npara divertirse o protegerse – como hacen a veces los líquidos -, sino para mantenerse a la altura de otros miembros de su especie. Tienen el defecto de tenerlos casi todos. (…) Los sólidos son una minoría monolítica. Hacen alarde de materia y aguantan voluntariamente la erosión del viento y la lluvia -y, por extensión, de los líquidos y los gaseosos -. Suelen tener una gran virtud que, por única, se mitifica. Basan su existencia en ese hecho hasta que, de forma obsesiva, la virtud se transforma en defecto. No se les puede llevar la contraria. Tampoco hacerles entender que el simpático no tiene por qué ser siempre simpático, el puntual puntual, el forzudo forzudo ni el paciente paciente.
Autor: Sergi Pàmies
Año publicación: 1995
Número de páginas: 184 páginas
ISBN: 9788477271352
Idioma original: Catalán
Leído en… español (Edición Anagrama)
Información Bitacoras.com
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