Qué lejos de ellos me siento, desde lo alto de esta colina. Me parece que pertenecen a otra especie. Salen de las oficinas, después de la jornada de trabajo, miran las cosas y las plazoletas con aire satisfecho, piensan que es su ciudad, «una hermosa ciudad burguesa». No tienen miedo, se sienten en su casa. Nunca han visto otra cosa que el agua domeñada que sale por los grifos, la luz que surge de las bombillas cuando se hace presión en el interruptor, los árboles mestizos, bastardos, sostenidos con horquetas. Cien veces por día tienen la prueba de que todo se hace mecánicamente, que el mundo obedece a leyes fijas e inmutables. (…) Son apacibles, un poco taciturnos, piensan en Mañana, es decir, simplemente, en un nuevo hoy; las ciudades solo disponen de una sola jornada que se repite, muy parecida, todas las mañanas. Apenas la dornan un poco los domingos. Imbéciles. Me repugna pensar que volveré a ver sus caras gruesas y tranquilas. Legislan, escriben novelas populistas, se casan, cometen la extrema estupidez de tener hijos. Entretanto, la gran naturaleza vaga se ha deslizado en la ciudad, se ha infiltrado en todas partes.
Supongo que el espíritu de La Náusea se puede resumir bastante bien con este fragmento que he puesto al principio. Supongo que uno se puede sentir en más o menos sintonía con esta manera de pensar y de ver la vida en función de cómo se sienta con uno mismo. En mi caso puedo decir que no he estado muy lejos de esta manera de ver las cosas en varias etapas de mi vida.
Para comentar la novela, tendría que retroceder en el tiempo a la primera vez que la leí. Seguramente (vaya, cómo pasa el tiempo) la leí hace unos quince años, o más, resulta que me cuesta ubicar mis lecturas de adolescencia en el tiempo. En aquella época estaba enamorada de la lectura, y además tenía mucho tiempo que dedicarle, así que leía, leía y leía. Mi objetivo en este 2016 será llegar a leer 50 libros. En aquella época superaba con mucho esa cifra. La Náusea era de esos libros que me sonaban de algo, que consideraba que tenía que leer. Durante bastante tiempo me encantó dedicarme a descubrir autores y géneros. Nunca sabía cuál sería el próximo libro del que me iba a enamorar perdidamente, y me llena de alegría poder decir que después de tantos años eso sigue siendo así.
Pero retomando el hilo, La Náusea era un libro que tenía claro que tenía que leer. No me daba miedo que fuera denso o complicado, estaba preparada para hacer frente a las lecturas más difíciles y farragosas… y aunque en aquel momento tenía el prejuicio de que esta sería así, resultó que estaba muy equivocada.
La obra tiene lugar en Bouville, una ciudad ficticia francesa, y el protagonista es Antoine Roquentin, hombre soltero de alrededor de treinta años, que vive solo y trabaja desde hace tiempo en una obra sobre la vida del Marqués de Rollebon, un aristócrata de finales del siglo XVIII. Ha dejado atrás una vida de viajes y más ajetreada, para vivir de rentas en esta rutina en la que trabaja en soledad en su libro.
«Si se les pregunta qué han hecho ayer, no se turban; os enteran en dos palabras. En su lugar, yo farfullaría. Es cierto que desde hace mucho nadie se ocupa de cómo empleo el tiempo. El que vive solo ni siquiera sabe qué es contar; lo verosímil desaparece al mismo tiempo que los amigos»
Roquentin es un tipo solitario, reflexivo hasta el extremo, que observa a todos a su alrededor con una especie de distanciamiento científico, y que se observa a sí mismo con la misma frialdad despiadada. Se siente solo, sí, pero se regodea en su soledad y en el estudio de la filosofía y la metafísica; se siente distanciado a todos, se siente distanciado incluso de lo que ha pensado que le apasionaba: la Historia. Descubre que a fin de cuentas el Marqués de Rollebon no le interesa tanto, y se detiene más en la observación de lo que tiene a su alrededor. Durante la novela se encontrará con diversos personajes, como Anny, su ex amante-novia, que ahora vive mantenida por su pareja actual y en cierta escena recuerda tiempos pasados con Roquentin. Él también tiene como amigo a un personaje al que llama el Autodidacta, o mejor dicho una especie de amigo, es una figura tragicómica cuyo objetivo no se entiende demasiado bien. El Autodidacta se dedica a estudiar por orden alfabético los libros de la Biblioteca de la ciudad, en un afán de aprendizaje y perfeccionamiento que no llegan a explicar con todo detalle.
Pero igualmente el diario que lleva Roquentin tiene una cualidad lenta y casi mágica, relacionada con su propia soledad y su estado contemplativo. El acercamiento a los descubrimientos y epifanías filosóficas se va dando poco a poco, y nos aproximamos a ese momento de forma pausa pero segura. Me ha sido muy difícil ponerme a opinar sobre un libro que seguramente uno puede abordar con finalidades muy diferentes, ya sea con un interés de mero entretenimiento o buscando ese algo más que su lectura filosófica aporta. Para mí, más lo segundo que lo primero.
Como última curiosidad, comentar que se menciona una canción en repetidas ocasiones durante el libro, titulada «Some of these days», seguramente refiriéndose a una versión de la canción interpretada por Ethel Waters.
Y algunos fragmentos que me llamaron la atención, para terminar este post. De verdad que me he sentido superada para expresar mi opinión, es complicado intentar comentar de forma fría y racional algo que cuando lo leo, me remueve por dentro.
Yo he tenido verdaderas aventuras. No recuerdo ningún detalle, pero veo el encadenamiento riguroso de las circunstancias. He cruzado mares, he dejado atrás ciudades y he remontado ríos; me interné en las selvas buscando siempre nuevas ciudades. He tenido mujeres, he peleado con individuos, y nunca pude volver atrás, como no puede un disco girar al revés. ¿Y a dónde me llevaba todo aquello? A este instante, a esta banqueta, a esta burbuja de claridad rumorosa de música.
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– Yo me… yo me sobrevivo -repite pesadamente.
¿Qué puedo decirle? ¿Acaso conozco motivos para vivir? No estoy desesperado como ella, porque no esperaba gran cosa. Estoy más bien… asombrado frente a esta vida que he recibido para nada.
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Aquel momento fue extraordinario. Yo estaba allí, inmóvil y helado, sumido en un éxtasis horrible. Pero en el seno mismo de ese éxtasis, acababa de aparecer algo nuevo: yo comprendía la Náusea, la poseía. A decir verdad, no me formulaba mis descubrimientos. Pero creo que ahora me sería fácil expresarlos con palabras. Lo esencial es la contingencia. Quiero decir que, por definición, la existencia no es la necesidad. Existir es estar ahí, simplemente.
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Yo creía que el odio, el amor o la muerte bajaban sobre nosotros como las lenguas de fuego del Viernes Santo. Creía que era posible resplandecer de odio o de muerte. ¡Qué error! Sí, realmente, pensaba que existía «el Odio», que venía a posarse en la gente y a elevarla sobre sí misma. Naturalmente, solo existo yo, yo que odio, yo que amo. Y entonces soy siempre la misma cosa, una pasta que se estira, se estira… y es siempre tan igual que uno se pregunta cómo se le ha ocurrido a la gente inventar nombres, hacer distinciones.
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Quizá un día, pensando precisamente en esta hora, en esta hora lúgubre en que espero, con la espalda agobiada, que llegue el momento de subir al tren, quizá sienta que el corazón me late más rápidamente, y me diga: fue aquel día, aquella hora cuando comenzó todo. Y llegaré – en el pasado, solo en el pasado – a aceptarme.
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¿Me despertaré dentro de algunos meses, dentro de algunos años, roto, decepcionado, en medio de nuevas ruinas? Quisiera ver claro en mí, antes de que sea demasiado tarde.
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Algo me ha sucedido, no puedo seguir dudándolo. Vino como una enfermedad; no como una certeza ordinaria, o una evidencia. Se instaló solapadamente poco a poco; yo me sentí algo raro, algo molesto, nada más. Una vez en su sitio, aquello no se movió, permaneció tranquilo, y pude persuadirme de que no tenía nada, de que era una falsa alarma. Y ahora crece.»
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Estoy emocionado, siento mi cuerpo como una máquina de precisión en reposo. Yo he tenido verdaderas aventuras. No recuerdo ningún detalle, pero veo el encadenamiento riguroso de las circunstancias. He cruzado mares, he dejado atrás ciudades y he remontado ríos; me interné en las selvas buscando siempre nuevas ciudades. He tenido mujeres, he peleado con individuos y nunca pude volver atrás, como no puede un disco girar al revés. ¿Y adónde me llevaba todo aquello? A este instante, a esta banqueta, a esta burbuja de claridad rumorosa de música.
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– Es que pienso – le digo riendo – que estamos todos aquí, comiendo y bebiendo para conservar nuestra preciosa existencia, y no hay nada, nada, ninguna razón para existir.
Título original: La Nausée
Autor: Jean-Paul Sartre
País del autor: Francia
Año primera publicación: 1938
Número de páginas: 288
País del autor: 2-07-010542-3
Estoy de acuerdo contigo Sonia cuando dices:»es complicado intentar comentar de forma fría y racional algo que cuando lo leo, me remueve por dentro.». En más de una ocasión me ha sucedido algo semejante con diversos libros. Pero lo importante es el placer de la lectura, esa «náusea» que te indica que estás vivo!
Ese sujeto del que hablas. Ha sido el único y último que te ha amado y respetado como no hay nadie en la tierra. Conciente de tu situacion de víctima de un a terrible sadica o. Y te ha esperado pará que. Vos misma termines con el abuso. Haciendo justicia. Por vos
Por tus hijos y finalmente por Ariel