El ojo de la cerradura, de Hella S. Haasse

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Sé, desde hace mucho tiempo, que el mundo perdido de mi juventud ha sido en gran medida una ilusión. He pasado por todos los estadios de despedida y desapego. Las experiencias sensoriales y emocionales vividas en mi tierra natal están ancladas en el fondo de mi conciencia, me definen, pero se han vuelto inaprensibles. He sentido que mi estado natural es no estar nunca del todo en casa.

Cuando intento plasmar por escrito mi opinión de algún libro, suelo tener claro el motivo por el que lo empecé a leer. En el caso de este que voy a comentar hoy, he tenido que esforzarme un poco y he llegado a la conclusión de que escuché que hablaban de la autora en un programa de radio (raro, además, encontrar algún programa en que se hable de literatura).

La autora es Hella S. Haase, autora holandesa ya fallecida, tiene un amplio grupo de lectores por todo el mundo. Nacida en la antigua Batavia (hoy en día Yaarta), fue miembro de una familia acomodada que se desplazó a Holanda después de que ella fuera al instituto. Seguro que su profundo conocimiento de la tierra y sus propios sentimientos de distanciamiento al cambiar de residencia a un lugar tan diferente tuvieron mucho que ver con las ideas centrales de este libro.  En El ojo de la cerradura, juegan un papel importante las tensiones e influencia recíproca entre colonizados y colonizadores en Indonesia.

Ambientada en las Indias Orientales holandesas, la historia tiene como protagonista a Herma Warner, una ‘Belanda’ (Holandesa) de familia con raíces holandesas, y más que a ella, tiene como centro la amistad que tuvo Herma con Dee Meiers, de orígenes indoeuropeos. Todo lo que sabemos sobre ellas se cuenta a través de recuerdos de la primera mujer. La narradora es, pues, una Herma anciana, retirada de su profesión de historiadora del arte. Esta anciana vive ya sola en una gran casa, su esposo falleció hace años, y planea trasladarse en breve a un asilo de ancianos. Para ella, el capítulo de amistad con Dee quedó en su juventud, pero existe un detonante para que recuerde: un periodista se pone en contacto con ella.

Es Bart Moorland, que le escribe una carta buscando información sobre Mila Wychinska (el hombre que adoptó Dee Meijers al estallar la Guerra Indonesia de Independencia). La petición obliga a Herma a recordar el pasado que ahora siente remoto, a hacer balance en su vida. Para ella el ejercicio de recordar aquellos años que compartió con Dee no es placentero, a pesar de que al principio fueron grandes amigas. ¿O no lo fueron? Bajo el prisma del recuerdo todo parece muy ambiguo: su amistad, el motivo de que esta amistad se rompiera, el papel del marido de Herma (Taco) en todo esto… En la novela se mezcla el panorama político indonesio con los detalles de las vidas de estas personas, incluso con algún toque sobrenatural.

Las costumbres y sociedad indonesias están muy bien descritas, con mucho detalle pero sin convertirse en cargante. Las palabras que durante el texto vamos encontrando en malayo son un buen instrumento para dar color a la novela, al final del libro encontramos un glosario con todas ellas. Por lo demás, es una breve novela (no llega ni a 200 páginas), pero tiene una riqueza sentimental muy destacable, pues no solo está lo que cuenta Herma, sino todas las reminiscencias de lo que cuenta. La historia suena a real, a verdadera, no solo en cuanto a política y temas sociales sino en cuanto a la naturaleza cambiante de la memoria. Eso es lo que me ha gustado de esta breve lectura.

Sé que en algún lugar de mis recuerdos pueden encontrarse todos los trozos que juntos forman una imagen íntegra de la verdad. No la reconocí, o no quise verla cuando se desveló en la realidad de mi vida. 

Autora: Hella S. Haasse
Título original: Sleuteloog
Año primera publicación: 2002
ISBN: 84-350-0948-3
Número de páginas: 181

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