Riggan: [como Birdman] Aféitate esa perilla de chivo patética. Hazte cirugía. ¡Los sesenta son los nuevos treinta, capullo!
Esta es una de las películas con respecto a las cuales he tenido mayores expectativas recientemente. Con una premisa muy atractiva, el nombre de Raymond Carver en la sinopsis (¡me encanta ese escritor!) y unos cuantos actores a los que me apetecía mucho ver en estos papeles, esta historia basada en el mundillo de Broadway tenía todo para que a mí me apeteciese horrores verla. Así que en cuanto me fue posible, me fui al cine. Y del mismo modo que a veces digo que ciertas películas no valen el dinero de la entrada (al fin y al cabo, en según qué días ronda ya casi los 10 euros!), en este caso estuvieron muy bien gastados.
El centro de la historia es este actor muy venido a menos, Riggan (al que interpreta de forma magistral Michael Keaton), un actor que en el pasado triunfó con una saga de películas blockbuster en las que él era el protagonista, un superhéroe enmascarado llamado Birdman. Como terminó harto del personaje y de que todo el mundo le conociese por eso y no por sus cualidades como actor, abandonó a Birdman tras tres películas, rechazó hacer Birdman 4 y ahora que ha pasado el tiempo, ha invertido todo lo que tiene para poder financiar una adaptación para el teatro de una obra de Raymond Carver (¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?), que dirige, adapta de la obra literaria, y además protagoniza. Así que esta es una apuesta suya por hacer algo más serio, algo más relevante como artista y como actor, y si fracasa, perderá todo. A Riggan le atormenta la idea del fracaso y no solo eso, sino que le pesan los errores cometidos en el pasado, a la vez que otra parte de él le dice que podría dejarse llevar por el dinero fácil y abandonar sus ambiciones de ser alguien «grande». Esta parte tan tentadora la vemos en forma de un Riggan más joven disfrazado de Birdman, que le grita, reprende y susurra cómo podría – y debería – hacer las cosas de otro modo.
En la película vemos los días anteriores a los preestrenos de la obra: ensayos, nervios, preparativos, las primeras críticas por parte de la prensa… Riggan debe lidiar con todo eso, y además con un nuevo actor de reparto conflictivo, déspota y orgulloso llamado Mike (Edward Norton); con su hija Sam (Emma Stone), en plena rehabilitación por su adicción a ls drogas y que ejerce de asistente para él; la actriz insegura y un poco «drama queen» Lesley (Naomi Watts); su actual novia Laura (Andrea Riseborough), con la que tiene algunos problemas; y su productor, Jake (Zach Galifianakis), pelín extravagante.
Birdman es una película sumamente entretenida y disfrutable. Durante las dos horas que dura, estuve encanta de ver lo que estaba viendo, me divertí muchísimo con las salidas de tono de los personajes, con las constantes puyas a otras películas y mundo del cine (aquí reciben críticas desde personalidades concretas hasta un tipo de cine que se quiere criticar, pasando por comentarios sobre los Vengadores y algunos concretos sobre actores como Robert Downey Jr. o Fassbender). Así que sí, me he reído viendo la película, pero también tiene una parte dramática que es imposible dejar de lado. Quizá las comedias que más gracia pueden llegar a hacerme son aquellas que tienen una parte agridulce, y aquí Riggan es cómico de una manera más bien trágica.
Tanto Michael Keaton como Edward Norton son dos actores que hacía tiempo que no tenían un gran papel en películas… pero claro, con Birdman eso se ha terminado. Los dos, en especial Keaton, brillan en la película. Entre ellos funciona maravillosamente la química, en sus papeles de actores antagonistas que de repente encuentran sentido a sus días a hacerse la puñeta mutuamente.
Aparte de las grandes actuaciones, si algo me ha gustado de la película es cómo está rodada. Ambientada casi íntegramente en el interior de un teatro, el 90% de la acción (o más…) transcurre con los personajes sobre el escenario, o entre bambalinas. El teatro elegido para la película es el St. James Theater, un teatro que existe y está en plena zona de Broadway, en Nueva York. Es muy representativa una escena en que Riggan se ve sin haberlo planeado en medio de Times Square en una situación embarazosa. A nivel técnico, queda de manifiesto una inclinación a los planos secuencia, de los que se hace uso y abuso y quedan maravillosamente bien. La película es opresiva, hiperactiva e histérica, algo que se acentúa con una banda sonora plagada de percusión en momentos clave. A través de la fotografía – fantástica – estamos presentes de una manera única en cada escena, dando lugar a esa sensación tan genial de «sentirse espías» en momentos muy críticos de un personaje al que se le toma cariño.
Para mí, la magia de la película ha radicado en que me han hecho empatizar con esa figura del actor fracasado que lo apuesta todo a una carta. Vale, hace gracia cuando le pasan según qué cosas. Ja, ja, qué risa. Y la cosa podría quedarse ahí, pero a veces la risa se nos escapa involuntariamente porque uno a la vez quiere que las cosas salgan mejor, como si fuese una película romántica. El inevitable momento de bajón, seguido del inevitable momento del final feliz. En ese final feliz, Riggan – así, por las buenas – tendría un éxito apabullante con su nueva aventura artística, alcanzando la plenitud artística y callando muchas bocas, conseguiría una relación sana con su hija y dejaría de autocompadecerse e inflarse el ego (según lo que toque y de forma totalmente bipolar)… pero la película no sigue ese camino y nada es fácil.
Me han gustado las reflexiones que se hacen sobre el cine. Totalmente de acuerdo en las críticas feroces a la industria que siempre nos da lo mismo, a los blockbusters cada vez más anormales, y a los actores y actrices sin talento que viven de personajes idiotas que aparecen en esas películas. En el cine, y en la vida, no todo está inventado. Y aunque lo estuviera, lo que tiene mérito es intentar sorprender, ofrecer algo diferente. Y ese es otro de los temas, el afán de superación y de mejora. ¿Que a veces conduce a fracasos estrepitosos? Pues claro. ¿Y de todas maneras hay que intentarlo? Sí. Bravo por ese personaje que quiere «morir matando», o lo que es lo mismo, que está dispuesto a ir a la ruina y apostar por un proyecto en el que cree.
Una historia inteligente, que baila con elegancia entre la comedia y la tragedia, una sincera oda a lo que debería ser el arte, o la vida, ya que estamos. Es cierto que la historia trata sobre el oficio de actor sobre todo, sobre el éxito, el fracaso, sobre lo fugaz y efímera que es la fama. También sobre los críticos y el mundillo que rodea al cine, de todo menos auténtico y mágico. Pero también es cierto que todos, sea cual sea nuestro trabajo, llegamos a ese momento de la vida en que nos preguntamos: ¿ya está? ¿Realmente he fracasado… y no puedo hacer nada para remediarlo? Solo hay dos caminos: resignarse o luchar.
Así que en resumen, diré que sin ser una película perfecta para mí, en general me ha gustado mucho, he disfrutado como una enana y quiero volver a verla (la primera vez sirve para apreciar la historia; la segunda, con la historia todavía fresca, sirve para adentrarse más profundamente en todos los detalles). Mis argumentos de por qué no es perfecta tienen muy poco peso si los comparo con mis emociones cuando salí del cine, así que he preferido exponer los segundos, sin dudarlo.
Riggan: [como Birdman] La gente adora la sangre. Adora la acción. No estas pamplinas parlanchinas, deprimentes y filosóficas.
– Algo ha muerto en mí – continúa ella -. Tardó mucho tiempo en hacerlo, pero está muerto. Has matado algo, como si le dieses con un hacha. Todo es suciedad ahora.
***
Hubo un tiempo en que pensé que amaba a mi primera esposa más que a la vida. Pero ahora la odio con todas mis fuerzas. Así es. ¿Cómo explicas eso? ¿Qué ocurrió con ese amor? Lo que me gustaría saber ahora es qué ocurrió con eso. Desearía que alguien me lo contase.
(Fragmentos de «De qué hablamos cuando hablamos de amor», de Raymond Carver)
Director: Alejandro González Iñárritu
Guión: Alejandro González Iñárritu, Nicolás Giacobone, Alexander Dinelaris y Armando Bo
Año: 2014
Duración: 119 minutos
País: USA
Ficha IMDB
Reparto: Michael Keaton, Edward Norton, Zach Galifianakis, Naomi Watts, Emma Stone, Amy Ryan
Información Bitacoras.com
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Y por fin González Iñárritu…
No soy un gran seguidor del director mexicano, de hecho ninguna película suya ha sido de mi agrado («21 gramos» no la he visto). Recuerdo cuando fuí al cine a ver «Babel» arrastrando a unos amigos por las expectativas que tenia depositada en el film. Total acabó gustando a todos menos a mi, y eso que ellos querían ver otra. Total, me costó una ronda de elección a la siguiente película sin gustarme la mía. Con «Biutiful», pues algo parecido. Más entretenida, pero ni fu ni fa. Pues bien «Birdman» me ha encantado. Lo mejor que he visto este año y sobretodo muy por encima de la currada pero demasiado larga «Boyhood».
Ambiente teatrero total, como si viéramos el film en el Liceo, momentos mágicos (el paseo en ropa interior se sale), drama-comedia en estado puro…Pero en especial las interpretaciones. Desde Naomi Watts hasta Emma Stone. Me parece increíble que ninguno ganara un Oscar. Edward Norton, que ya mereció uno por «Las dos caras de la verdad», lo tenía imposible con Simmons, pero Michael Keaton…
Con Keaton la historia recrea lo que parece su vida, un actor venido a menos, que mezcla el drama con la locura, con la comedia, con la amargura, con la fantasía.. Se sale. Una lástima para este veterano actor, quien quizás no tenga una oportunidad igual. Quizás el caramelo que le pusieron a Eddie Redmayne con ese papel y con su parecido físico con Stephen Hawking, ha vuelto a derretir el corazón de la Academia.
Quizás fue por ver la película horas antes de la gala, y la tenia fresca. Pero por fin (y ya era hora) ganó mi elección. Un día antes hubiera dicho «El gran hotel Budapest»…