Avance de «The Winds of Winter» (Vientos de Invierno), próxima entrega de Canción de Hielo y Fuego – Arianne Martell

Quería publicar y tener lista esta entrada antes, pero no ha podido ser. El día 8 de enero GRRM comunicó en su blog que había en su web disponible un nuevo avance de la próxima entrega de la saga de Canción de Hielo y Fuego, la sexta.

Se trata de un capítulo que tiene como protagonista a Arianne Martell, Princesa de Dorne.

He hecho una traducción (no tan rápida como me hubiera gustado), por si alguien está interesado en leer este nuevo avance. En los diálogos he optado por conservar la fórmula de comillas, en vez de cambiarlos por guiones. Espero que no resulte incómodo de leer.

En la mañana en que abandonó los Jardines de Agua, su padre se levantó de la silla para besarla en ambas mejillas. «El destino de Dorne va contigo, hija», dijo, mientras apretaba el pergamino contra la mano de ella. «Ve veloz, ve con cautela, sé mis ojos y oídos y voz… pero sobre todo, cuídate«.

«Lo haré, Padre». No derramó ni una lágrima. Arianne Martell era una princesa de Dorne, y los dornienses no desperdician agua a la ligera. Sin embargo, estuvo cerca. 156853_600 No fueron los besos de su padre ni sus palabras roncas las que hicieron que sus ojos brillaran, sino el esfuerzo que hizo por levantarse, con las piernas temblando, con sus articulaciones hinchadas e inflamadas por la gota. Ponerse en pie fue un acto de amor. Ponerse en pie fue un acto de fe.

Cree en mí. No le fallaré.

Siete de ellos salieron juntos en siete corceles de arena dornienses. Un pequeño grupo viaja más rápidamente que uno grande, pero la heredera de Dorne no cabalga sola. De Godsgrace vino Ser Daemon Arena, el bastardo; que fuera escudero del Príncipe Oberyn, y ahora protector de Arianne. Desde Lanza del Sol dos audaces jóvenes caballeros, Joss Hood y Garibald Shells, que le prestaban sus espadas. Desde los Jardines de Agua siete cuervos y un chico para atenderlos. Se llamaba Nate, pero había estado trabajando con las aves tanto tiempo que todos le llamaban Plumas. Y dado que una princesa debe tener mujeres que le atiendan, su compañía también incluía a la guapa Jayne Ladybright y a la salvaje Elia Arena, una doncella de catorce años.

Yendo hacia el norte por el noroeste, a través de tierra firme y llanuras sedientas y arenas pálidas hacia la Colina Fantasma, la fortificación de la Casa Toland, donde les esperaba el barco que les haría cruzar el Mar de Dorne. «Envía un cuervo cuando tengas noticias», le dijo el Príncipe Doran, «pero informa solo cuando sepas que es cierto. Aquí estamos a oscuras, asediados por rumores, falsedades, e historias de viajeros. No me atrevo a actuar hasta que sepa con seguridad lo que ocurre».

Va a haber guerra, pensó Arianne, y esta vez Dorne no se va a librar. «Se acercan la ruina y la muerte», les había avisado Ellaria Arena, antes de que ella se apartara del lado del Príncipe Doran. «Es hora de que mis pequeñas serpientes se dispersen, lo mejor para sobrevivir a la matanza». Ellaria volvía al asiento de su padre en Sotoinfierno. Con ella se fue su hija Loreza, que acababa de cumplir siete años. Dorea permanecía en los Jardines de Agua, una niña entre un ciento. Obella iba a ser enviada a Lanza del Sol, para servir como copera de la esposa del castellano, Manfrey Martell.

Y Elia Arena, la mayor de las cuatro hijas que había tenido el Príncipe Oberyn con Ellaria, cruzaría el Mar de Dorne con Arianne. «Como dama, no como lanza», dijo su madre con firmeza, pero como todas las Serpientes de la Arena, Elia tenía su propia opinión.

Cruzaron las arenas en dos largos días y buena parte de dos noches, parando tres veces para cambiar los caballos. Fue un tiempo solitario para Arianne, rodeada de tantos extraños. Elia era su prima, pero casi era una niña, y Daemon Arena… las cosas no habían vuelto a ser las mismas entre ella y el Bastardo de Godsgrace después de que su padre rechazara la petición de mano de él. Él era un chico entonces, y nacido bastardo, no era un consorte adecuado para una princesa de Dorne, debería haberlo sabido. Y fue la voluntad de mi padre, no la mía. Al resto de compañeros casi no los conocía.

Arianne echaba de menos a sus amigos. Drey y Garin y su dulce Slyva habían sido parte de ella desde que era pequeña, confidentes leales que habían compartido sus sueños y secretos, la habían alegrado cuando estaba triste, la ayudaban a afrontar sus miedos. Una de ellas la había traicionado, pero las echaba de menos de todos modos. Fue por mi culpa. Arianne las había hecho partícipes del plan para robar a Myrcella Baratheon y coronarla reina, un acto de rebelión que pretendía forzar al bando de su padre, pero la lengua floja de alguien lo había estropeado. La torpe conspiración no había conseguido nada, excepto que le había costado a la pobre Myrcella parte de su cara, y Ser Arys Oakheart su vida.

Arianne echaba de menos a Arys también, más de lo que nunca hubiera imaginado. Me amaba locamente, se decía a sí misma, a pesar de que nunca sentí más que cariño por él. Lo utilicé en la cama y en mi plan, tomé su amor y tomé su honor, no le di nada más que mi cuerpo. Al final no podía vivir con lo que había hecho. ¿Por qué otro motivo iba su caballero blanco a cargar justo hacia la hacha de Areo Hotah, para morir como lo hizo? Fui una niña caprichosa y tonta, jugando al juego de tronos como un dado borracho.

El coste de su error había sido elevado. Drey había sido enviado al otro lado del mundo a Norvos, Garin exiliado a Tyrosh durante dos años, a su dulce sonriente Slyva la casaron con Eldon Estermont, un hombre lo bastante viejo para ser su abuelo. Ser Arys había pagado con sangre, Myrcella con una oreja.

Solo Ser Gerold Dayne había escapado indemne. Estrellaoscura. Si el caballo de Myrcella no se hubiese asustado en el último instante, su espada larga la habría abierto desde el pecho hasta la cintura en lugar de solo cortarle una oreja. Dayne fue su pecado más grave, el que Arianne lamentaba más. Con un golpe de su espada, había convertido su torpe plan en algo tonto y sangriento. Si los dioses fueran buenos, en este momento Obara Arena lo habría arrancado de su escondite de las montañas y le habría dado muerte.

Se lo dijo a Daemon Arena esa primera noche, mientras acampaban. «Ten cuidado con lo que pides, princesa», contestó él. «Estrellaoscura también podría matar a Lady Obara, con la misma facilidad».

«Tiene a Areo Hotah con ella». El capitán de los guardias del Príncipe Doran había liquidado a Ser Arys Oakheart con una sola flecha, aunque la Guardia Real se suponía que estaba compuesta por los mejores caballeros de todo el reino. «Ningún hombre puede enfrentarse a Hotah».

«¿Es eso lo que es Estrellaoscura? ¿Un hombre?» Ser Daemon hizo una mueca. «Un hombre no habría hecho lo que él le hizo a la princesa Myrcella. Ser Gerold es más víbora de lo que tu tío fue nunca. El Príncipe Oberyn podía ver que era un veneno, lo dijo más de una vez. Es una pena que no esté ya para matarlo».

Veneno, pensó Arianne. . Un bonito veneno, sin embargo. Así es como la había engañado. Gerold Dayne era duro y cruel, pero tan agradable de mirar que la princesa no había creído la mitad de los cuentos que había oído de él. Los chicos guapos siempre habían sido su debilidad, particularmente los que también eran oscuros y peligrosos. Eso era antes, cuando era una niña, se dijo a sí misma. Ahora soy una mujer, la hija de mi padre. He aprendido esa lección.

En cuanto amaneció, emprendieron la marcha. Elia Arena iba al frente, con su trenza negra volando tras ella mientras corría a través de las llanuras agrietadas y secas hacia arriba, a las montañas. La chica estaba loca por los caballos, y ese podía ser el motivo por el que olía como uno, para desesperación de su madre. A veces Arianne sentía lástima por Ellaria. Cuatro hijas, y todas parecidas a su padre.

El resto del grupo mantenía un paso más tranquilo. La princesa se encontró cabalgando al lado de Ser Daemon, recordando otros paseos cuando era más joven, paseos que a menudo acababan en abrazos. Cuando se encontró a sí misma echándole miradas a él, alto y galante en la montura, Arianne se recordó que era la heredera de Dorne, y él no era más que su protector. «Dime qué sabes de este Jon Connington», ordenó.

«Está muerto», dijo Daemon Arena. «Murió en las Tierras en Disputa. Por el alcohol, he oído».

«¿Así que un borracho muerto dirige este ejército?»

«Quizás este Jon Connnington es hijo del otro. O solo un mercenario inteligente que ha tomado el nombre de un muerto».

«O realmente no murió». ¿Podría Connington haber estado fingiendo estar muerto todos estos años? Eso requeriría una paciencia digna de su padre. El pensamiento incomodó a Arianne. Tratar con un hombre tan sutil podría ser peligroso. «¿Cómo era antes de… antes de morir?»

«En Godsgrace, yo era un niño cuando lo exiliaron. Nunca lo conocí».

«Entonces cuéntame qué te han contado otros de él».

«Como ordene mi princesa. Connington era el Señor de Nido del Grifo cuando Nido del Grifo era todavía un señorío que merecía la pena tener. El hacendado del Príncipe Rhaegar, o uno de ellos. Después amigo y compañero del Príncipe Rhaegar. El Rey Loco lo nombró Mano durante la Rebelión de Robert, pero fue derrotado en Septo de Piedra en la Batalla de las Campanas, y Robert se escabulló. El Rey Aerys se enfureció y envió a Connington al exilio. Allí murió».

«O no». El príncipe Doran le había contado todo eso. Tenía que haber más. «Esas solo son las cosas que hizo. Sé todo eso. ¿Qué tipo de hombre era? ¿Honesto y honorable, venal y avaro, orgulloso?»

«Orgulloso, seguro. Incluso arrogante. Un fiel amigo de Rhaegar, pero difícil con otros. Robert era su señor, pero he oído decir que a Connington le festidiaba servir a tal señor. Incluso entonces, Robert era conocido por su cariño al vino y las putas».

«¿No putas para Lord Jon, entonces?»

«No sabría decirlo. Algunos hombres mantienen sus costumbres con las putas en secreto».

«¿Tenía esposa? ¿Amante?»

Ser Daemon se encogió de hoombros. «No que yo sepa».

Eso también era preoucpante. Ser Arys Oakheart había roto sus votos por ella, pero no sonaba como si Jon Connington pudiese ser persuadido de forma similar. ¿Puedo competir con un hombre solo con palabras?

La princesa se quedó en silencio, todo el tiempo preguntándose qué encontraría al final del viaje. Esa noche cuando acamparon, reptó para entrar en la tienda que compartía con Jayne Ladybright y Elia Arena y deslizó el pedazo de pergamino de su manga para leer las palabras de nuevo.

Al Príncipe Doran de la Casa Martell,

Me recordarás, espero. Conocía bien a tu hermana, y fui un leal sirviente de tu cuñado. Me afligí por ellos tanto como tú. No he muerto, no más que el hijo de tu hermana. Para salvar su vida lo hemos mantenido oculto, pero el tiempo de ocultarse ha terminado. Un dragón ha vuelto a Poniente para reclamar su derecho de nacimiento y encontrar venganza para su padre y para la princesa Elia, su madre. En su nombre yo pido ayuda a Dorne. No nos abandonéis.

Jon Connington
Señor de Nido del Grifo
Mano del Verdadero Rey

Arianne leyó la carta tres veces, luego la enrolló y la volvió a ocultar en su manga. Un dragón había vuelto a Poniente, pero no el dragón que esperaba su padre. En ninguna parte de esas palabras se hacía mención a Daenerys de la Tormenta… ni al príncipe Quentyn, su hermano, que había sido enviado a buscar a la reina dragón. La princesa recordaba cómo su padre había presionado la pieza de cyvasse de ónice en su palma, con la voz ronca y baja mientras le confesaba su plan. Un largo y peligroso viaje, con una bienvenida incierta al final, había dicho. Ha ido para traernos de vuelta el deseo de nuestro corazón. Venganza. Justicia. Fuego y sangre.

Fuego y sangre era lo que Jon (si es que era él) le ofrecía también. ¿O no? «Viene con mercenarios, pero sin dragones», le había dicho el príncipe Doran, la noche que llegó el cuervo. «La Compañía Dorada es la mejor y más grande de las compañías libres, pero diez mil mercenarios no pueden esperar ganar los Siete Reinos. El hijo de Elia… lloraría de alegría si alguna parte de mi hermana hubiera sobrevivido, pero ¿qué prueba tenemos de que este sea Aegon?» Su voz se quebró cuando dijo eso. «¿Dónde están los dragones?» preguntó. «¿Dónde está Daenerys?» y Arianne supo que en realidad estaba diciendo: «¿Dónde está mi hijo?»

En Sendahueso y el Paso del Príncipe, había dos huestes dornienses, y allí estaban sentados, afilando sus lanzas, puliendo su armadura, jugando a los dados, bebiendo, peleándose, con sus números menguando cada día, esperando, esperando, esperando que el príncipe de Dorne les soltase sobre los enemigos de la Casa Martell. Esperando los dragones. El fuego y la sangre. A mí. Una palabra de Arianne y esos ejércitos estarían en marcha… siempre que esa palabra fuese dragón. Si en lugar de la palabra lo que enviase fuese la guerra, Lord Yronwood y Lord Fowler y sus ejércitos permanecerían en su sitio. El príncipe de Dorne era sutil; aquí guerra significaba esperar.

A media mañana del tercer día la Colina Fantasma apareció ante ellos, con sus muros blancos de caliza brillando contra el azul profundo del Mar de Dorne. En las torres cuadradas de las esquinas del castillo ondeaban los estandartes de Casa Toland; un dragón verde mordiendo su propia cola, sobre un campo dorado. El sol y la lanza de la Casa Martell ondeaban sobre la gran fortaleza central, dorada y roja y naranja, desafiante.

Los cuervos habían volado por delante de ellos para advertir a Lady Toland de su llegada, así que las puertas del castillo estaban abiertas, y la hija mayor de Nymella estaba cabalgando con su ayudante para encontrarse con ellos cerca de la cima de la colina. Alta y fiera, con una llamarada de cabello rojo brillante sobre sus hombros, Valena Toland saludó a Arianne al grito de, «Habéis llegado al final, ¿no? ¿Cómo de lentos son esos caballos?»

«Lo bastante como para ganarle a los tuyos hasta las puertas del castillo».

«Veremos». Valena enderezó su gran caballo rojo y lo espoleó, y empezó la carrera, a través de las calles polvorientas del pueblo en el fondo del valle, mientras las gallinas y los aldeanos se apartaban de su camino. Arianne estaba a una distancia de tres caballos por detrás en el momento en que puso a su yegua al galope, pero lo había reducido a uno a medio camino de subir la cuesta. Las dos estaban una al lado de la otra mientras corrían a través del garita, pero a cinco yardas de las puertas. Elia Arena salió volando de la nube de polvo tras ellas y las adelantó a ambas con su potrilla negra.

«¿Eres medio caballo, niña?» preguntó Valena, riendo, en el patio. «Princesa, ¿has traído una chica de establo?»

«Soy Elia», anunció la chica. «Lady Lanza».

Quienfuera que llevara ese nombre tenía mucho por lo que responder. No el príncipe Oberyn, sin embargo, y la Víbora Roja nunca había respondido ante nadie que no fuera él mismo.

«La chica de las justas», dijo Valena. «Sí, he oído hablar de ti. Dado que has sido la primera en llegar al patio, te has ganado el honor de dar de beber y comer a los caballos».

«Y después de eso encuentra los baños», dijo la princesa Arianne. Elia era tiza y polvo de pies a cabeza.

Esa noche ARianne y sus caballeros cenaron con Lady Nymella y sus hijas en el gran salón del castillo. Teora, la hija menor, tenía el mismo cabello rojo de su hermana, pero en lo demás no podría ser más diferente.  Bajita, regordeta, y tan tímida que podría pasar por muda, mostraba más interés en la carne especiada y el pato a la miel que en los atractivos jóvenes caballeros de la mesa, y parecía contenta de dejar a su madre y hermana hablar por la Casa Toland.

«Hemos escuchado las mismas historias aquí que las que tú has oído en Lanza del Sol», les contó Lady Nymella mientras un sirviente les daba vino. «Mercenarios llegando a Cabo Wrath, castillos bajo asedio o siendo tomados, cosechas robadas o quemadas. De dónde vienen esos hombres o quienes son, nadie está seguro».

«Piratas y aventureros, es lo que escuchamos al principio», dijo Valena. «Luego se suponía que era la Compañía Dorada. Ahora se dice que es Jon Connington, la Mano del Rey Loco, que ha vuelto de la tumba para reclamar lo que le corresponde por nacimiento. Sea quien sea, Nido del Grifo. Rain House, Crow’s Nest, Mistwood, incluso Greenstone en su isla. Han tomado todo». Los pensamientos de Arianne fueron de golpe a su dulce Slyva. «¿Quién querría Greenstone? ¿Hubo batalla?»

«No es lo que hemos oído, pero todas las historias son confusas».

«Tarth también ha caído, algunos hombres de mar te lo dirán», dijo Valena. «Estos mercenarios ahora tienen la mayor parte de Cape Wrath y la mitad de los Stepstones. Hemos oído hablar de elefantes en la selva».

«¿Elefantes?» Arianne no sabía qué pensar de eso. «¿Estás segura? ¿No dragones?»

«Elefantes», dijo con firmeza Lady Nymella.

«Y krakens saliendo del Broken Arm, hundiendo galeras inutilizadas», dijo Valena. «La sangre los trae a la superficie, afirma nuestro maestre. Hay cuerpos en el agua. Unos pocos han llegado a nuestras orillas. Y eso no es ni la mitad. Un nuevo rey pirata se ha establecido en Torture’s Deep. El Señor de las Aguas, se llama a sí mismo. Este tiene barcos de guerra reales, monstruosamente grandes. Haríais bien en no ir por mar. Dado que la flota Redwyne ha pasado por las Stepstones, cuyas aguas están llenas con velas extranjeras, todo el camino al norte hacia los Estrechos de Tarth y Shipbreaker’s Bay. Hombres de Myr, de Volantis, lisenos, incluso ladrones de las Islas de Hierro. Algunos han entrado al Mar de Dorne para dejar hombres en la orilla sur de Cape Wrath. Hemos encontrado un buen barco rápido para ti, como ordenó tu padre, pero aún así… ten cuidado».

Así que es verdad. Arianne quería preguntar por su hermano, pero su padre le había dicho que vigilase cada palabra. Si estos barcos no habían traído a Quentyn a casa de vuelta con su reina dragón, mejor no mencionarlo. Solo su padre y unos pocos de los hombres a los que tenía más confianza conocían la misión de su hermano en la Bahía de los Esclavos. Lady Tolan y sus hijas no estaban entre ellos. Si fuera Quentyn, habría traído a Daenerys de vuelta a Dorne, seguro. ¿Por qué se arriesgaría a desembarcar en Cape Wrath, entre los señores de la tormenta? 

«¿Está Dorne en peligro?» preguntó Lady Nymella. «Lo confieso, cada vez que veo una vela extraña mi corazón se me sube a la garganta. ¿Qué pasa si estos barcos van al sur? La mayor parte de la fuerza de Toland está con mi Lord Yronwood en el Boneway. ¿Quién defenderá la Colina Fantasma si estos extranjeros desembarcan en nuestras orillas? ¿Debería llamar a mis hombres para que vuelvan?»

«Tus hombres son necesarios donde están, mi lady», le aseguró Daemon Arena. Arianne asintió rápidamente. Cualquier otro consejo podría llevar a las huestes de Lord Yronwood a replegarse como un viejo tapiz mientras cada hombre correría a casa para proteger sus propias tierras contra supuestos enemigos que podrían o no llegar. «Una vez que sepamos sin ninguna duda dónde tenemos amigos o enemigos, mi padre sabrá que hacer», dijo la princesa.

Fue entonces cuando la pálida y regordeta Teora levantó los ojos de los pasteles de su plato. «Son dragones».

«¿Dragones?» dijo su madre. «Teora, no digas locuras».

«No las digo. Van a venir».

«¿Cómo puedes saber eso?» preguntó su hermana, con una nota de burla en su voz. «¿Uno de tus sueños?»

Teora asintió levemente, con la barbilla temblando. «Estaban bailando. En mi sueño. Y en todos los lugares en que bailaban los dragones, moría gente».

«Que los Siete nos guarden». Lady Nymella emitió un suspiro exasperado.

«Si no comieras tantos pasteles no tendrías esos sueños. Las comidas grasientas no son para chicas de tu edad, cuando tus humores están tan desequilibrados. El Maestre Toman dice…»

«Odio al Maestre Toman», dijo Teora. Entonces se levantó bruscamente de la mesa, dejando a su madre disculpándose por ella.

«Hay que ser paciente con ella, mi lady», dijo Arianne. «Recuerdo cuando tenía su edad. Mi padre se desesperaba conmigo, seguro».

«Puedo asegurarlo». Ser Daemon tomó un sorbo de vino y dijo, «La Casa Toland tiene un dragón en sus estandartes».

«Un dragón que se come su propia cola, sí», dijo Valena. «Desde los días de la Conquista de Aegon. No conquistó esto. En otros lugares quemó a sus enemigos, él y sus hermanas, pero aquí nosotros nos desvanecimos antes de que llegaran, dejando solo piedra y arena para que quemaran. Y los dragones dieron vueltas y vueltas, mordiendo sus colas porque querían cualquier comida, hasta que quedaron enredados».

«Nuestros antepasados hicieron su parte ahí», dijo Lady Nymella con orgullo. «Hubo actos audaces, y murieron hombres valientes. Todo ha sido escrito por maestres que nos sirvieron. Tenemos libros, por si mi princesa quiere saber más».

«En otro momento, quizás», dijo Arianne.

Mientras la Colina Fantasma dormía esa noche, la princesa se puso una túnica con capucha para evitar el frío y caminó por las almenas para aclarar sus pensamientos. Daemon Arena la encontró apoyada en un parapeto y mirando el mar, donde la luna bailaba en el agua. «Princesa», dijo. «Debería estar acostada».

«Podría decir lo mismo». Arianne se volvió para mirarle. Una buena cara, decidió. El chico que conocí se ha convertido en un hombre apuesto. Sus ojos eran tan azules como un cielo en el desierto, su cabello del castaño claro de las arenas que acababan de cruzar. Una bien recortada barba seguía la piel de una mandíbula fuerte, pero no podía esconder los hoyuelos cuando sonreía. Siempre he amado esa sonrisa.

El Bastardo de Godsgrace era una de las mejores espadas de Dorne también, como se podría esperar del que había sido el escudero del príncipe Oberyn y había sido ordenado caballero por la Víbora Roja en persona. Algunos decían que había sido el amante de su tío también, aunque pocas veces delante de él. Arianne no sabía la verdad sobre eso. Sin embargo, había sido amante de ella. A los catorce le había dado su virginidad. Daemon no era mucho más mayor, así que sus encuentros habían sido tan torpes como ardientes. Aún así, había sido bonito.

Arianne le mostró su sonrisa más seductora. «Podríamos compartir cama». La cara de Daemon se quedó igual. «¿Lo has olvidado, princesa? Soy un bastardo». Tomó la mano de ella. «Si no merezco tu mano, ¿cómo voy a merecer tu coño?»

Ella apartó la mano. «Mereces una bofetada por eso».

«Mi cara es tuya. Haz lo que quieras».

«Lo que quiero no es lo que quieres, parece. Así sea. Habla conmigo. ¿Podría ser el Príncipe Aegon?»

«Gregor Clegane arrancó a Aegon de los brazos de Elia y aplastó su cabeza contra un muro», dijo Ser Daemon. «Si el príncipe de Lord Connington tiene un cráneo aplastado, creeré que Aegon Targaryen ha vuelto de la tumba. De otro modo, no. Es algún niño impostor, nada más. Una estratagema de mercenario para ganar apoyos».

Mi padre teme lo mismo. «Si no, sin embargo… si es realmente Jon Connington, si el chico es el hijo de Rhaegar…»

«¿Esperas que lo sea, o que no?»

«Yo… alegraría mucho a mi padre que el hijo de Elia estuviese vivo. Quería mucho a su hermana».

«He preguntado por ti, no por tu padre». 

Así era. «Tenía siete años cuando murió Elia. Dicen que sostuve a su hija Rhaenys una vez, cuando era demasiado joven como para acordarme. Aegon será un extraño para mí, sea verdad o mentira». La princesa hizo una pausa. «Buscamos a la hermana de Rhaegar, no a su hijo». Su padre había confiado en Ser Daemon cuando lo eligió como protector de su hija; con él al menos ella podía hablar libremente. «I preferiría que fuera Quentyn quien hubiera vuelto».

«O eso dices», dijo Daemon Arena. «Buenas noches, princesa». Se inclinó y se fue, dejándola allí.

¿Qué había querido decir con eso? Arianne lo vio irse. ¿Qué tipo de hermana sería, si no quisiera a mi hermano de vuelta? Era verdad, se había sentido resentida con Quentyn por todos esos años en que pensaba que su padre lo nombraría heredero en lugar de a ella, pero eso había resultado un malentendido. Ella era la heredera de Dorne, tenía la palabra de su padre. Quentyn tendría a su reina dragón, Daenerys.

En Lanza del Sol colgaba un retrato de la Princesa Daenerys que había venido a Dorne a casarse con uno de los antepasados de Arianne. Cuando era más joven Arianne había pasado horas mirándolo, tiempo atrás, cuando solo era una niña rolliza con el pecho plano en la cúspide de la doncellez que rezaba cada noche a los dioses para que la convirtieran en hermosa. Hace cien años, Daenerys Targaryen vino a Dorne para hacer la paz. Ahora otra viene a hacer una guerra, y mi hermano será su rey y consorte. El Rey Quentyn.. ¿Por qué sonaba todo tan estúpido?

Casi tan estúpido como Quentyn cabalgando un dragón. Su hermano era un chico serio, de buen comportamiento y solícito, pero soso. Y vulgar, tan vulgar. Los dioses habían dado a Arianne la belleza por la que había rezado, pero Quentyn tenía que haber rezado por algo más. Su cabeza era muy grande y algo así como cuadrada, su cabello del color del barro seco. Sus hombros estaban caídos también, y era demasiado ancho por su parte central. Se parece demasiado a Padre.

«Quiero a mi hermano», dijo Arianne, aunque solo la luna pudo oírla. Aunque, la verdad, casi no lo conocía. Quentyn había sido acogido por Lord Anders de la Casa Yronwood, el Sangre Regia, el hijo de Lord Ormond y nieto de Lord Edgar. En su juventud su tío Oberyn había tenido un duelo contra Edgar, le había dejado una herida que le mortificó y mató. Después los hombres le llamarían ‘la Víbora Roja’, y hablarían de veneno en su hoja. Los Yronwoods eran una casa antigua, orgullosa y poderosa. Antes de que llegara el Rhoynar habían sido reyes de todo Dorne, con dominios que empequeñecían los de la Casa Martell. Un lucha de sangre y rebelión habría seguido a la muerte de Lord Edgar, si su padre no hubiera actuado. La Víbora Roja fue a Antigua, del otro lado del mar estrecho a Lys, aunque nadie se atrevió a llamarlo exilio. Y a su debido tiempo, Quentyn fue cedido a Lord Anders para que lo acogiera como señal de confianza. Eso ayudó a curar la herida entre Lanza del Sol y los Yronwood, pero había abierto nuevas entre Quentyn y las Serpientes de la Arena… y Arianne siempre se había sentido más cercana a sus primas que a su hermano distante. 

«Seguimos teniendo la misma sangre, aún así», susurró. «Por supuesto que quiero que mi hermano vuelva a casa. Lo quiero». El viento marino le estaba poniendo la piel de gallina en los brazos. Arianne se cubrió con la capa, y fue a buscar su cama.

Su barco se llamaba el Peregrino. Salieron con la marea de la mañana. Los dioses les fueron propicios, el mar estaba en calma. Incluso con buenos vientos, cruzar les llevó un día y una noche. Jayne Ladybright se mareó y pasó casi todo el viaje vomitando, algo que Elia Arena parecía encontrar divertidísimo. «Alguien tiene que dar unos azotes a esa niña», se le escuchó decir a Joss Hood… pero Elia estaba entre los que lo escucharon decirlo. 

«Soy casi una mujer adulta, ser», respondió con altivez. «Te dejaré que me azotes, sin embargo… pero primero tendrás que luchar conmigo, y hacerme caer de mi caballo».

«Estamos en un barco, sin caballos», contestó Joss.

«Y las damas no luchan en justas», insistió Ser Garibald Shells, un joven mucho más serio y correecto que su compañero.

«Yo sí. Soy Lady Lanza».

Arianne había escuchado suficiente. «Puedes ser una lanza, pero no eres una dama. Ve abajo y quédate allí hasta que toquemos tierra».

Por lo demás el cruzar pasó sin contratiempos. Al anochecer vieron una galera en la lejanía, con sus remos subiendo y bajando contra las estrellas de la noche, pero se estaba apartando de ellos, y pronto se hizo más pequeña y despareció. Arianne jugó al cyvasse con Ser Daemon, y también con Garibald Shells, y de algún modo consiguió perder los dos juegos. Ser Garibald fue lo bastante amable para decir que había jugado una partida valiente, pero Daemon se burló de ella. «Tienes otras piezas aparte del dragón, princesa. Intenta moverlas alguna vez». 

«Me gusta el dragón». Quería borrar la sonrisa de su cara de una bofetada. O con un beso, quizás. El hombre era tan engreído como hermoso. De todos los caballeros de Dorne, ¿por qué mi padre eligió este para ser mi protector? Conoce nuestra historia. «Solo es un juego. Cuéntame algo del Príncipe Viserys».

«¿El Rey Mendigo?» Ser Daemon parecía sorprendido.

«Todos dicen que el Príncipe Rhaegar era bello. ¿Era Viserys bello también?»

«Supongo. Era Targaryen. Nunca lo vi».

El pacto secreto que el Príncipe Doran había hecho todos esos años era para que Arianne se casara con el Príncipe Viserys, no Quentin con Daenerys. Todo se vino abajo en el mar Dothraki, cuando fue asesinado. Coronado con una olla de oro derretido. «Fue asesinado por un khal Dothraki», dijo Arianne. «El marido de la reina dragón».

«Eso he oído. ¿Qué hay de eso?»

«Solo que… ¿por qué Daenerys dejó que ocurriese? Viserys era su hermano. Todo lo que le quedaba de su propia sangre».

«Los Dothraki son un pueblo salvaje. ¿Quién sabe por qué matan? Quizá Viserys se limpió el culo con la mano equivocada».

Quizás, pensó Arianne, o quizás Daenerys se diera cuenta de que una vez su hermano fuera coronado y se casara conmigo, ella estaría condenada y pasaría el resto de su vida durmiendo en una tienda y oliendo a caballo. «Es la hija del Rey Loco», dijo la princesa. «¿Cómo sabemos…

«No podemos saberlo», dijo Ser Daemon. «Solo podemos tener esperanza».

15 comments

  1. Información Bitacoras.com…

    Valora en Bitacoras.com: Quería publicar y tener lista esta entrada antes, pero no ha podido ser. El día 8 de enero GRRM comunicó …Continuar leyendo »…

  2. Gracias por tomarte ytanto trabajo! El que espera, desespera, dice el refrán. ¡Y es tan cierto! Espero que el libro entero se publique este año. Un saludo agradecido, Sonix.

    • No ha sido mucho trabajo, al contrario, ha sido un placer! A ver si el señor Martin pronto nos da la alegría de publicar este nuevo libro. 🙂

  3. Engullí Danza de Dragones, y estoy buscando avances continuamente en la red. Todos estamos ansiosos por continuar la saga, ver si Tyrion llega a Daenerys y si consiguen imponerse en los siete reinos y salvarlos de los Caminantes Blancos. Todo es tan extenso, y para colmo nos añaden el reino de Dorme y su relación familiar con los Targaryen. Lo que de verdad espero es ver la caida de Cersi, el bochorno de ir desnuda y calva por Desembarco del Rey debe ser poco comparado con su final, es la última malvada que queda en la saga (para mi Jaime ya ha redimido parte de su culpa y deberia casarse con la princesa de la Isla Zafiro). Gracias Sonia por aportarnos estas páginas que consiguen revivir nuestro deseo del nuevo libro.

  4. Gracias totales por el curro de traducir el capítulo, larga vida a Dorne!.
    Rezo a los 7 para que tengas el tiempo y las ganas de poder hacerlo con el resto -si es que existen, claro XD-
    Te dejo un saludo y un agradecimiento sincero Sonix

¿Quieres dejar un comentario?