Han pasado ya 17 meses desde que emitieron el último capítulo de la cuarta temporada de Mad Men. No es que me acuerde de cuándo terminé de verla yo, porque hace también una eternidad, pero por suerte para cosas de estas está el blog, y mi reseña de la cuarta temporada la publiqué – qué retraso llevaba, madre mía – en febrero de 2011, hace «solo» 13 meses.
Así que es normal que sintiera cierta expectación por el estreno de la quinta temporada. Entiendo a quien le aburre la serie, pero a mí me encanta y me gusta mucho. Supongo que uno tiene que conseguir que al menos dos o tres personajes le caigan bien, sentir empatía, simpatía o algo de lástima hacia los – quién sabe si es así – destinos trágicos que se les presuponen. O sentirse identificado en cierto modo. Así que el hecho de que Don Draper sea un «peazo» de personaje para mí, ayuda a que me guste la serie. Incluso que me caiga bien Peggy o Roger Sterling, y también Joan.
Pero voy a centrarme e ir al lío. Al final de la cuarta temporada veíamos cómo (habrá spoilers a partir de este punto, será mejor que dejes de leer si te importa enterarte de cosas que pasan al final de la cuarta temporada y principio de la quinta)… a lo que iba, veíamos cómo Don, contra todo pronóstico, anunciaba su compromiso con Megan, una secretaria muy joven y que no estábamos seguros de que fuera su verdadero amor. Al final de la cuarta temporada también vimos cómo le rompía el corazón a alguna que otra mujer, cómo Peggy iniciaba una relación, cómo Peter esperaba un hijo, y también Joan (y Roger), cómo Betty seguía siendo infeliz a pesar de haberse casado de nuevo…
Pues empezamos esta temporada con un poco de contexto social. Y es que en la calle fuera de la oficina de la oficina, hay una manifestación. Como decía, una escena quizás no tan irrelevante solo para dar algo de contexto. Luego pasamos a escenas cotidianas, con Sally Draper, que se encuentra de visita con sus hermanos (al parecer ha pasado un tiempo desde el último capítulo) con Don y Megan, que ya están casados. Don cumple años, al parecer cumple cuarenta.
Y poco a poco vamos viendo al resto de personajes: Peter, Roger… la vida sigue en Sterling Cooper Draper Price, y Joan ya tiene a su bebé, y también Peter (ha faltado Betty, para mi alegría). Pero hay cosas que han cambiado: Don, por ejemplo, está descuidando su trabajo. Y el capítulo gira en torno a su cumpleaños y la fiesta sorpresa que su mujer le está preparando. Además, iremos viendo cómo sale adelante la compañía, los nuevos clientes.
Pero lo que más llama la atención es ver a un Don Draper que tiene algo diferente, algo que nunca le habíamos visto antes. Y es que aparentemente, en estos primeros momentos vemos a un Don relativamente feliz con su vida, con su mujer, su familia, un Don Draper al que se ve bastante pleno. Pero es cuando llegamos a la fiesta de cumpleaños cuando vemos que no es todo lo que parece: la crisis de los cuarenta, por tópico que suene, está ahí. Y también otros problemas latentes que solo alcanzan a intuirse. Está por ejemplo que Megan le dé una fiesta sorpresa a Don (algo loable en principio), que puede parecer para su propio lucimiento (no muy loable) y sin importarle si al propio Don va a gustarle o no.
Así que tenemos conflictos latentes y no tan latentes. Y otro punto de partida para los personajes y para que nos cuenten de nuevo sus miserias. Porque en el fondo, de eso va la serie, de personas infelices que siguen con sus vidas incapaces de encontrar lo que les hace falta. Por eso la situación de un Don feliz no podía mantenerse más que a ratos, porque la serie gira en torno a la insatisfacción permanente y la infelicidad de Don Draper. Echaba eso de menos. Y también echaba de menos las oficinas llenas de humo, el alcohol en grandes cantidades, el sexo extraño, las relaciones aún más extrañas y la insatisfacción que reina sobre todo y sobre todos.
Y parece que esta vuelta no solo la esperaba yo, Mad Men ha arrasado con las audiencias en este inicio de temporada. Tengo unas ganas enormes de ver qué pasa en esta temporada. Quizá sea de las pocas series que consiga llevar al día, porque verla, no sé, es un poco como volver a casa.
Y para terminar, la canción que despide este capítulo doble, You Don’t Have to Say You Love Me de Dusty Springfield.
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