En Scribner han publicado un pequeño fragmento más de la próxima novela de Stephen King, The Wind Through the Keyhole. Es la continuación de otro fragmento publicado anteriormente, así que si en su momento os lo perdistéis, o queréis refrescar la memoria, lo tengo publicado en este otro post. Es realmente muy cortito, pero bueno, todo lo que ayude a amenizar la espera es bien recibido. ^^
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Portada de la edición UK de ‘The Wind Through the Keyhole’ (Hodder&Stoughton) |
El viejo estaba sentado cuando entraron en el cobertizo, y de pie cuando salieron por la parte del río. Vio las pistolas que llevaban Roland y Eddie – los grandes hierros con las culatas de sándalo – y sus ojos se abrieron mucho. Se dejó caer sobre una rodilla. El día era silencioso, y Roland llegó a oír cómo crujían sus huesos.
– Hile, pistolero -dijo, y puso un puño artrítico en el centro de su frente-. Te saludo.
– Levántate, amigo -dijo Roland, esperando que el viejo fuese un amigo -Jake parecía pensar que sí, y Roland había llegado a confiar en sus instintos. Por no mencionar los del bilibrambo-. Levántate, venga.
El viejo estaba teniendo problemas con eso, así que Eddie subió a bordo y le prestó un brazo.
– Gracias, hijo, gracias. También eres un pistolero, ¿o eres un aprendiz?
Eddie miró a Roland. Roland no le dio nada, así que Eddie volvió a mirar al viejo, se encogió de hombros, y sonrió-. Un poco de ambas cosas, supongo. Soy Eddie Dean, de Nueva York. Esta es mi esposa, Susannah. Y este es Roland Deschain. De Gilead.
Los ojos del rivereño se abrieron mucho. – ¿Gilead? ¿Eso has dicho?
– Gilead, eso es -confirmó Roland, y sintió un dolor poco habitual elevarse en su corazón. El tiempo era un rostro en el agua, y como el gran río que tenían ante ellos, no hacía otra cosa que fluir.
– Subid a bordo, entonces. Y bienvenidos. Este joven y yo nos hemos hecho amigos rápidamente, así que aquí estamos. -Acho subió sobre la gran balsa y el viejo se inclinó para acariciar la cabeza levantada del brambo-. ¿Y no lo somos nosotros también, tío? ¿Recuerdas mi nombre?
– ¡Bix! -dijo Acho sin demora, y luego se giró hacia el noroeste de nuevo, levantando el morro. Sus ojos riveteados de dorado miraban extasiados la columna de nubes en movimiento que marcaba el Sendero del Haz.