No sabía muy bien qué iba a leer en este libro. Fue un regalo de cumpleaños – en marzo – y lo he ido leyendo casi sin querer, sobre todo antes de dormir, en noches en las que no podía leer más de 3 o 4 páginas de tanto sueño que sentía, y otras en que devoraba 20 o 30 a pesar de quedarme menos de seis horas y media para levantarme.
Se trata de una obra autobiográfica de Paul Auster. Probablemente no es el mejor libro con el que empezar a leerlo, leer una autobiografía para mí implica muchas cosas: implica cierta afinidad o admiración por el escritor, coincidencia de personalidades, o de formas de pensar. No era nada que pudiese dar por hecho con Auster. Y sin embargo me he encontrado en algunas de las páginas en que con tanta sinceridad habla de él mismo, o me he emocionado con algunos de sus recuerdos o reflexiones. Creo que en el fondo el atractivo de leer las autobiografías ajenas está un poco en eso, en que – aparte de saber más sobre el artista o personalidad de turno – nos ayuda a hacer una reflexión sobre nuestra propia vida. Y también, en el fondo, leer sobre la vida de los demás nos puede enseñar que puede que nuestra vida haya sido más dura – o menos – o que ellos estén a mundos de distancia de nuestra situación, pero en el fondo, lo que realmente importa es igual para todos. La vida, la muerte, el cariño, el sexo, la amistad, el amor… todos nosotros tenemos ciertas cosas en común, y lo que cambia es la forma en que las afrontamos. Al final de esta entrada pondré algunos fragmentos que me han gustado o con los que me he sentido identificada. Es lo que decía antes, a veces leer este tipo de libros ayuda a reflexionar, y mientras lo leía, me he encontrado a veces pensando «¡anda, igual que yo!».
La verdad es que son muchos fragmentos los que he puesto, pero también creo que pueden ayudaros a decidir si el libro os puede gustar o no. Ya digo que es una obra muy personal, donde Auster se habla a sí mismo en segunda persona, donde hace recuento de los lugares donde ha vivido en sus sesenta y pico años, y va encadenando recuerdos a través de nexos en común. Y sin tener ningún tipo de reparo, como si millones de personas no fueran a leerlo, Auster se recuerda a sí mismo momentos gloriosos pero también embarazosos de su vida. El descubrimiento del sexo, sus fracasos sexuales y en el amor, las personas que han pasado por su vida, poniendo especial énfasis en su actual esposa, sus hijos y su madre, los achaques de la vejez, la perspectiva de la muerte (tanto en él mismo como en sus seres queridos), accidentes, trayectoria profesional, sus ataques de pánico (detallando los motivos), sus viajes… todo queda finalmente detallado a modo de mosaico de anécdotas y vivencias que nos dan la sensación de conocer a alguien totalmente extraño, conocerle de forma un tanto voyeurista… pero conocerle al fin y al cabo.
Buscando información sobre el libro llegué a esta web, donde pude ver algunas de las declaraciones del escritor sobre esta obra. Por ejemplo, dijo: «Aquí no hay espacio para la ficción, no se ha inventado nada, es todo totalmente cierto. Aunque es difícil de creer, es cierto que mi vecino cuando tenía 14 años murió después de que lo alcanzara un rayo, fue algo que cambió mi vida, y tan pronto como Siri y yo acordamos casarnos, fuera se escucharon truenos». Y sí, puede haber cosas que resulten más «increíbles» que otras, pero ¿quién no tiene historias difíciles de creer en su biografía cuando ya lleva unos años vividos? Seguramente todos tenéis unas cuantas, yo también las tengo, así que para nada me ha resultado difícil creer las historias del rayo, de su madre o de cualquier otra cosa a Paul Auster. Un buen libro autobiográfico, sin duda, pero creo que lo mejor es que también sirve para echar un vistazo a nuestra propia vida, apreciar lo bueno que tenemos y relativizar y ser realistas con lo malo. La muerte está ahí, la enfermedad está ahí… nos guste o no. El fracaso, los errores del pasado. Nada va a desaparecer, y como hace Auster, a veces lo mejor es hacer balance, aceptarlo y tomar lo que llevamos vivido como un conjunto en el que pesan más los aciertos del presente que los antiguos errores. Amén.
FRAGMENTOS DEL LIBRO
El inventario de las cicatrices, en particular las de la cara, que ves cada mañana al mirarte al espejo del baño cuando te peinas o vas a afeitarte. Rara vez piensas en ellas, pero cuando lo haces, entiendes que son marcas que deja la vida, que el surtido de líneas irregulares grabadas en la piel de tu rostro son letras del alfabeto secreto que narra la historia de quién eres, porque cada cicatriz es la huella de una herida curada, y cada herida era resultado de una inesperada colisión con el mundo…
Es éste un dilema universal del que nadie habla unca, pero en el que todo el mundo se ha encontrado en uno u otro momento, todo el mundo ha pasado por él, y aunque no hay ejemplo de padecimiento humano más cómico que el de tener la vejiga a punto de reventar, uno tiende a no reírse de tales incidentes hasta que logra orinar…
…y el mejor consejo que te dio en la vida fue el siguiente: conduce a la defensiva; procede en el supuesto de que todos los que están en la carretera están locos y son idiotas; no des nada por sentado.
Ésa ha sido la historia de tu vida. Siempre que llegas a una encrucijada en el camino, se te destroza el organismo, porque tu cuerpo siempre ha sabido lo que tu intelecto desconocía, y sea cual sea la forma que elija para descomponerse, con mononucleosis, gastritis o ataques de pánico, tu cuerpo siempre es la zona más afectada por tus miedos y batallas interiores, y acusa los golpes que tu mente no puede o no quiere encajar.
Pensamientos dispersos, intrascendentes, y sin sentir aún el menor impulso de llorar, de derrumbarse y lamentar la muerte de tu madre con un verdadero despliegue de tristeza y dolor. Quizás tengas miedo de lo que pueda pasarte si te dejas llevar, de que en cuanto te permitas llorar ya no logres detenerte, de que el dolor sea demasiado apabullante y te deshagas en pedazos, y como no quieres perder el dominio de ti mismo, te mantienes frirme frente al dolor, te lo tragas, lo entierras en tu corazón.
[hablando de su madre] …y aunque no fuese la mujer más bella del mundo, se comportaba como si lo fuera,y una mujer capaz de lograr eso hacía inevitablemente que la gente se volviera a mirarla,…
No puedes verte a ti mismo. Sabes el aspecto que tienes por espejos y fotografías, pero andando por el mundo, cuando te mueves entre la gente, ya sean amigos, desconocidos o los seres que más quieres íntimamente, tu propio rostro resulta invisible para ti. (…) y en el fondo – al menos en lo que respecta a los demás – tu rostro es lo que eres, el factor esencial de tu identidad.
[Hablando de sus manos] Han recorrido toda la piel desnuda de tu mujer y han encontrado el camino hacia cada parte de su ser. Ahí es donde son más felices, crees tú, desde el día en que la conociste ahí es donde han sido más felices, porque, parafraseando un verso de un poema de George Oppen, algunos de los sitios más hermosos del mundo están en el cuerpo de tu mujer.
Cuando duermes, duermes profundamente, sin apenas moverte hasta la hora de levantarte por la mañana. El problema al que de vez en cuando te enfrentas, sin embargo, es cierta reticencia a acostarte en primer lugar, un aumento de energía a última hora que te impide dejarlo todo hasta que no hayas despachado otro capítulo del libro que estás leyendo, visto una película en la televisión…
No echas en falta los viejos tiempos. Siempre que te pones nostálgico y empiezas a añorar la pérdida de cosas que parecían hacer la vida mejor de lo que ahora es, te dices que debes detenerte un momento a pensarlo bien, a examinar el Entonces con el mismo rigor que aplicas al Ahora.
Las inventabas. Las utilizabas como ficticias encarnaciones de tus propios deseos, dejando de lado sus problemas e historias personales, sin comprender quiénes eran al margen de tu propia imaginación, y sin embargo, cuanto más te eludían, más apasionadamente las deseabas.
Joubert: El fin de la vida es amargo. Menos de un año después de escribir estas palabras, a los sesenta y un años, edad que en 1815 debía de parecer mucho más avanzada de lo que hoy se considera, anotó una formulación distinta sobre el fin de la vida que invita a mayor reflexión: Hay que morir inspirando amor (si se puede).
(…) sólo puedes concluir que cada vida está marcada por una serie de accidentes fallidos, que todo aquel que haya llegado a tu edad ha eludido una serie de posibles muertes absurdas y sin sentido.
[Final del libro] Tus pies descalzos en el suelo frío cuando te levantas de la cama y vas a la ventana. Tienes sesenta y cuatro años. Afuera, la atmósfera es gris, casi blanca, no se ve el sol. Te preguntas: ¿Cuántas mañanas quedan? Se ha cerrado una puerta. Otra se ha abierto. Has entrado en el invierno de tu vida. (2011)
Título original: Winter Journal
Autor: Paul Auster
Año publicación original: 2012
Nº de páginas: 248 págs.
Editorial: Anagrama
ISBN: 9788433978295
Leído en… español
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El primer libro que me leí de Paul Auster fue La Invención de la Soledad porque tenía que hacer un trabajo sobre crítica literaria en la universidad, también es un libro muy personal, que gira alrededor de su relación con su padre, la muerte de éste y su propia experiencia como padre. Recuerdo que al principio pensaba que no podría terminarlo y que en qué jardín me había metido eligiendo este libro, pero al final me fascinó y me metí tanto en el libro y en el trabajo del autor que me quedó un ensayo que me valió un sobresaliente jeje.
Me lo apunto porque seguramente caerá en mis manos. Gracias por reseñarlo!!
Con Auster me pasa una cosa curiosa y es que o me gusta mucho o me deja indiferente, según la novela leída. Aún así creo que ésta novela me gustará porque creo que la analizaré más con el corazón que por mis gustos literarios. El hecho de haber leído bastante de su obra, hará que empatice con sus vivencias y me ayudará a comprenderlo mejor. Y eso que dicen que alguna de sus obras ya tenían algo de autobiográficas (creo recordar que esto pasaba con Leviatan, por ejejmplo).
Seguro que acabaré leyéndolo.
Saludos