De vez en cuando me gusta leer libros de no ficción sobre temas que me intrigan de una u otra forma. No tengo formación en psicología pero sí me interesan algunos aspectos sobre la misma, y en los últimos años ya he leído algunos libros relacionados con este ámbito. No siempre con una perspectiva académica, sino que la mayoría de las ocasiones prefiero leer historias de personas narradas por ellos mismos. Con las ventajas y desventajas que ello pueda suponer.
Y hablo de ventajas, porque me gusta leer a personas que cuentan su propia historia, evidentemente nadie mejor que uno mismo para explicar experiencias, sentimientos y su punto de vista personal sobre lo que le pasa. Y la desventaja es la otra cara de eso mismo, si queremos conocer un tema general (en este caso, el autismo), en este caso tenemos la experiencia de una sola persona, tan parcial y particular como pueda ser. Pero bueno, es una preferencia personal, yo prefiero un libro de este tipo, autobiográfico, antes que un completo ensayo que detalle de forma científica las características del síndrome.
Temple Grandin, que hoy tiene 73 años, es autista. Durante su infancia y adolescencia fue mal diagnosticada en varias ocasiones, pues en aquel entonces todos los trastornos del espectro autista eran algo completamente desconocidos, y los niños que lo sufrían solían ser diagnosticados de forma incorrecta. En su infancia, de Temple pensaron que sufría daño cerebral, y estuvo en una escuela especial para niños con problemas emocionales. Fue en su paso por esa escuela donde inventó la máquina de dar abrazos. Descubrió que en momentos de angustia, la sensación física de ser abrazada le ayudaba mucho, pero no soportaba que otras personas le tocaran. Esa idea la sacó observando animales en una granja, y en concreto una máquina que se usaba con los animales para herrarlos.
Creo que a la hora de hablar del libro es importante comentar lo anterior, pues todo en esta narración autobiográfica gira en torno a estos dos temas centrales en la vida de la autora: los animales, y su manera de afrontar su enfermedad. A pesar de las dificultades que tuvo en sus primeros años debido a su condición autista, su interés por lo relacionado con los animales y su bienestar le permitió sacar adelante unos estudios, conseguir trabajo, y alcanzar la excelencia en su campo profesional. Después de sus estudios de psicología, se especializó en comportamiento animal, convirtiéndose con el tiempo en experta en bienestar y comportamiento animal. En el libro habla largo y tendido de proyectos que desarrolló para mejorar granjas o mataderos, y minimizar el sufrimiento del ganado.
Tengo que confesar que mientras leía el libro, a veces me cargaba un poco la manera en que la autora expone sus pensamientos, algo repetitiva y desordenada. Sin embargo, es una lectura muy interesante porque se trata del autismo contado en primera persona, desde una perspectiva adulta pero muy personal. Es lo que comentaba al principio, prefiero algo subjetivo en este caso, a lo totalmente objetivo y académico. A pesar de no tener la foto completa, pues cada uno elige qué quiere mostrar, creo que tiene una profundidad que no tienen los libros de divulgación centrados en el tema, por ejemplo.
Temple Grandin habla en el libro desde la perspectiva de una persona adulta, que se ha aceptado tal como es, y ha entendido que no es mejor ni peor, sino muy diferente a lo que se considera «normal». La publicación de este libro data del 1996, cuando Grandin ya casi tenía 50 años, y esa visión de madurez se respira en las páginas. Me ha gustado bastante el libro, tiene sus más y sus menos, como todos, pero en general puedo decir que he aprendido leyéndolo.
Autora: Temple Grandin
Año publicación: 1996
Número de páginas: 346
ISBN: 978-8484283065
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Dedicatoria:
Dedico este libro a mi madre.
Su amor, dedicación y perspicacia me permitieron alcanzar el éxito