Ahogo al público en sus propias lágrimas con una lancinante Non c’ero, amavo, y pienso que este éxito, por Dios, toda la vida ha de durar, toda la vida… y que por eso esta noche tocan putas: esta noche, putas americanas, Nueva York está llena.
Y luego sobreactúo como sólo yo sé hacer con Lunghe notti da bar, y la canto metiéndome una mano en el bolsillo de la americana, y con los dedos jugueteo con la bolsita de cocaína de tres gramos. Dos mil personas que no se pierden ni un movimiento de mis párpados y que sin embargo, no saben que yo, con estos deditos malos, jugueteo con la droga; esta noche, putas americanas, todo esto gravita en mi cabeza como un batido en la licuadora.
Adoro a Paolo Sorrentino. Me encantan sus películas, sobre todo La grande bellezza, y por eso me interesé en todo lo que había hecho, incluyendo los libros que ha escrito. Y esos libros son este, que además es su primera novela, Tony Pagoda y sus amigos (una especie de continuación ya que Tony Pagoda es el protagonista de este), y La juventud, novela en que se basó la película protagonizada por Michael Caine y Harvey Keitel.
Tony Pagoda es un cantante melódico de esos que aún triunfan pero ha vivido tiempos mejores. Ya tiene una edad aunque consigue mantener con su banda de músicos el estilo de vida que siempre han llevado: noches de alcohol y desenfreno, putas, cocaína, y todo lo que rodea al mundillo tan hortera de la canción melódica. De hecho, al principio del libro encontramos a Tony en pleno concierto, y él mismo nos explica cómo lo vive en vivo y en directo, mientras canta sus grandes éxitos frente a un público agradecido y entregado.
No soporto nada ni a nadie.
Ni siquiera a mí mismo. Sobre todo a mí mismo.
Sólo soporto una cosa.
El matiz.
Pero a pesar de que todavía sigue manteniéndose razonablemente bien, Tony ya no es joven, y es consciente de que ya pasado las mejores cosas de su vida. Ahora solo queda vivir de recuerdos y añorar aquello que nunca volverá. Son temas recurrentes para Sorrentino, los de la juventud perdida, los momentos que se han escapado… deprimente pero a la vez muy real.
Pero lo que no se puede negar es que Tony ha vivido experiencias extraordinarias, tiene mucho pasado a cuestas, y en sus recuerdos se mezcla lo más glorioso con lo más desagradable. Y a su edad ya está cansado de seguirle el juego a los demás, está de vuelta de todo y siente que una especie de sabiduría se desprende de él. No he visto todo el cine de Sorrentino, y la única película (creo) que me queda por ver sería la más relacionada con este libro: L’uomo in più. El protagonista de la película es un tal Tony Pisapia, también un crooner venido a menos con varios rasgos en común con Pagoda: cínico, infelizmente casado, adicto a la cocaína, con cierta inclinación a pagar por el sexo, pelín narcisista… Como no he visto la película, no puedo comparar del todo.
Tony Pagoda le encanta hablar y escucharse, y se dirige en primera persona al lector.
Los hombres se dividen en dos categorías: los que se ponen cómodos. Y se pudren. Y los otros. Yo formo parte de los otros.
Y da lecciones de lo que sabe o cree que sabe, de lo que ha aprendido y lo que todavía le cuesta entender. Pagoda es de esos personajes chisposos que a uno le caen bien, con una charla que uno podría escuchar perfectamente durante un buen rato sin aburrirse, con plena atención a cada una de sus palabras. Porque no hay mejor narrador que el que ha vivido mucho, y además sabe contarlo. Es jocoso y divertido, pero siempre con un punto deprimente y nostálgico, un equilibrio que creo que cuesta encontrar y justo con el punto que a mí me gusta. En fin, Pagoda suelta diatribas sobre lo divino y lo humano, y nosotros le escuchamos/leemos con gusto.
Pero no he contado nada sobre la novela, solo el punto de partida de su personaje, dónde está al comienzo de la historia. Está, por decirlo así, estancado, hasta que suceden varias cosas que hace que tome una decisión curiosa mientras están de gira por Brasil. Tony Pagoda quiere o necesita un cambio de rumbo en su vida, ha reflexionado y la conclusión es que algo diferente ha de hacer con su vida antes de que ésta termine.
Pero no me siento capaz de reírme en sus narices, porque yo llevo siempre una cruz a cuestas, la de tener que ser siempre diferente del rebaño de mis coetáneos humanos a los que no soporto demasiado, y sé muy bien que cuando este muchacho ha hecho público su sueño, ellos se habrán reído como idiotas, con las caries al aire y los empastes al alcance de la mano, y etcétera, etcétera, dentro de ese horrible repertorio de dentistas. De manera que no me río, al contrario, me empleo a fondo con la originalidad, lo miro completamente serio, pero no digo ni una palabra, me limito a sacar el clip de oro, saco doscientas mil liras y se las meto en el bolsillo de la chaqueta.
Uno de los principales atractivos de la novela, para mí, consiste en cómo Tony Pagoda rememora episodios que le han marcado de su pasado, o encuentros con personajes de lo más variopinto. Como en el fragmento anterior, donde un joven vigilante de parking le cuenta que va a irse a España para ser torero. Pagoda siempre se ha sentido diferente al resto, por eso en esta situación, que en otras personas provocaría una carcajada, él elige animar al chaval a que persiga su sueño, y le da algo de dinero para empezar. Son a veces estos secundarios los que nos dan frases que quedan para el recuerdo, como este que aparece en la parte final:
Son necesarias toneladas de cocaína, créeme, Tony, para hacer frente a toda esta superficialidad. Pero no nos quejemos, por Dios, siempre será mejor que ir hundiéndose delante de la tele en la provincia muerta y vulgar de la que yo procedo.
Como decía, también Tony nos cuenta cuáles han sido las enseñanzas que le ha dado la vida. Desde lo que ha aprendido de las personas, hasta sus mejores trucos para seducir a las mujeres. Si de algo está seguro Tony, es de haberlo visto (casi) todo, y también de poder dar lecciones sobre la vida. Al menos sobre su manera de ver la vida.
Dicho sea para empezar: es mejor soltar la chorrada más grande del milenio que penar en el tópico. Todo lo que resulta tópico no debe ser dicho. Parece una banalidad, pero no lo es, dado que cuando nos gusta alguna la emoción viaja hasta altas cotas, y cuando la emoción se comporta así, lo que ocurre es que el cerebro solo es capaz de elaborar frases hechas.
En el libro, aparte de la sucesión de los hechos en sí, Tony habla de Italia, con sus luces y sombras, sobre todo de Nápoles y Capri; habla de la vida, no solo de la suya sino la de los demás. Siempre, y es muy importante recordarlo, con un particular sentido del humor, que yo comparto lo suficiente como para haber sonreído en algún momento, e incluso digo más, he llegado a reírme mientras leía el libro. Y eso para mí no es fácil.
He leído reseñas negativas sobre este libro. Normalmente se trata de personas que han quedado decepcionadas o no han podido conectar con el estilo y el enfoque cínico del libro. Es normal, el personaje de Tony no está hecho para ser especialmente simpático ni caer bien. La narración en primera persona no ayuda a la agilidad, y la narración no apunta a una gran agilidad y ritmo rápido, sino que sirve como instrumento para detenerse largo y tendido en algunas ideas. ¿El resultado? Seguramente que a muchas personas este libro puede parecerle lento, pesado y redundante en momentos determinados.
Pero para hablar del alma se requiere otra cosa, se requiere precisamente la propiedad del alma de uno mismo. Yo ésta la tengo; los demás, no lo creo. Cuidado con el alma, a fuerza de incomodar a este concepto nos ponemos en juego a nosotros mismos para descubrir después, cuando se apagan las luces, que en el fondo de ese nosotros mismos no hay nada por lo que valga la pena vivir; es en ese momento cuando los gestos se convierten en definitivos y cuando sobre vuestros gestos van a lanzarse después, como chacales parleros, psicólogos y sociólogos.
Para mí es al contrario. Aunque la faceta de director de Sorrentino es espectacular, a mí también me ha gustado esta incursión en la novela. Como decía, hay temas que después de ver varias de sus películas, resuenan en las páginas del libro (o al revés, si pensamos en cronología), temas que a mí particularmente me resultan muy interesantes. Por eso no me ha molestado que el protagonista se pare a reflexionar durante largos párrafos sobre el paso del tiempo, la nostalgia de la juventud, o los recuerdos difusos de un pasado perdido para siempre.
Sobre la muerte de los domingos por la tarde nunca se hablará lo bastante. Ese ensayo general del fin del mundo todas las sacrosantas semanas. Los domingos por la tarde el tiempo se dilata, se convierte en un guerrero invencible. El tiempo del domingo por la tarde no late a la misma velocidad que tu tiempo. Por tanto, todo se convierte en triste letargo. Todo es despeñadero de la nada. Una borra invisible se instala en los apartamentos. Los oídos se desconectan del mundo. Los toxicómanos montan un número. Son muchos los que barajan cuidadosamente la hipótesis del suicidio.
Ya estoy buscando cómo conseguir las otras dos novelas que ha publicado Sorrentino, para leerlas. Aunque seguramente deje pasar como mínimo algunos meses, para no agotarlas antes de tiempo. Espero que además de poder seguir disfrutando de sus películas (y series), vea algún libro suyo más en los próximos años.
Qué distinto era el mundo. Alejado cientos de kilómetros de lo que acabaría siendo. Toda una ingenuidad y una frescura que se han ido a tomar por saco. Y cuando me veo a mí mismo en aquella casa de la baronesa es como si estuviera viendo a otro. Otra era.
Por tanto, una novela que no escatima en dedicar páginas y páginas a las emociones de su protagonista y los que le rodean. A filosofar sobre la vida y todo lo que se le ponga por delante. Con altibajos, seguramente, donde crece o disminuye el interés. Tengo que decir que en mi caso el interés nunca disminuyó sustancialmente, y por eso el libro me ha gustado tanto. Con momentos y fragmentos poderosos (los que me han gustado a mí son los que acompañan mi comentario sobre el libro), y otros que son mero entretenimiento no tan sustancial. A mí me ha encantado.
«Chicos, el cansancio. El cansancio es el mejor amigo de la libertad. Uno se pasa toda su vida pensando que la voluntad, la aplicación, la determinación de carácter pueden acercarle a la libertad. Qué coño. Sólo el cansancio te lleva a esa famosa habitación sin paredes, la libertad. Sólo cuando estás cansado ya de todo puedes decir por fin: no, no voy a ir. No, no participo. No, no y no. La libertad es decir siempre no.»
Autor: Paolo Sorrentino
País del autor: Italia
Año publicación: 2010
Número de páginas: 360
ISBN: 978-84-33975713
Leído en… español (Ed. Anagrama)
Se puede encontrar en Amazon.es
Dedicatoria:
A mi madre,
que era de la misma opinión.