Me gustaba el hecho de que mis padres siguieran casados. Si el matrimonio era bueno era cuestión de opiniones, pero solo el hecho de que los padres de casi todos, o de todos, mis amigos estuvieran divorciados o separados, y los míos no, hacía que me sintiera protegido y no una víctima. Aquello casi me igualaba a Mitchell y me gustaba esa notoriedad.
Recuerdo que la primera vez que leí American Psycho, no me gustó. Creo que tenía unos veinte años (si no recuerdo mal), y se me escaparon muchos de los matices referidos al mundo laboral, la competitividad y sus puñaladas traperas. La segunda vez fue otra historia. Total, que con el tiempo me he leído casi todo de Bret Easton Ellis, pero este lo tenía pendiente.
A lo que quería llegar es que seguramente, si leyera este libro con veinte años, me resultaría tan marciano o más que American Psycho. Y eso que los protagonistas son todos universitarios veinteañeros.
La novela, que empieza y termina de una forma un tanto peculiar (en medio de una frase, algo que da la sensación de que realmente no hay un principio ni un final), está escrita en primera persona, y va cambiando de protagonista cada pocos párrafos. Los principales narradores son tres estudiantes de universidad (el ficticio Camden College, escuela de artes liberales de la costa Este de los USA): Paul, Lauren y Sean. Es curioso que Sean se apellida Bateman, y su hermano (que también tiene un pequeño capítulo en este libro) se llama Patrick. ¿Os suena? 😉
El alcohol me ha sentado bien y él se me acerca, también riendo, y el aliento le huele a alcohol y al principio me besa con fuerza y yo le aparto un poco y me parece oír que abren y cierran una puerta en alguna parte y no me importa si es Mrs. Jared o mi madre, borrachas, dormidas por el Nembutal, en camisón, y aunque no me apetece, nos desnudamos uno al otro y me acuesto con Richard. Después, poco antes del amanecer, sin decir adiós a nadie, recojo tranquilamente mis cosas y me dirijo a la estación de autobuses bajo la lluvia, y cojo el primer autobús para Camden.
Volvemos a este libro. Paul, Sean y Lauren apenas van a clase, pero no se pierden casi ninguna fiesta. Consumen varios tipos de drogas, se acuesta todos con todos, y acaban involucrados en una especie de triángulo amoroso (no os preocupéis, no es ningún giro sorprendente) a lo largo de las páginas del libro. Estos jóvenes, y todos los que comparten universidad con ellos, parecen inmersos en un limbo de drogas, alcohol y sexualidad desenfrenada. Al final, sin embargo, a todos les falta algo y esencialmente son incapaces de comunicarse entre sí con un mínimo de sinceridad y transparencia. También puede ser que no lo necesiten realmente, y solo se utilizan unos a otros para satisfacer sus deseos egoístas. Nadie necesita a nadie, banalizan el amor y a la hora de la verdad, nadie echa de menos a uno de ellos si de repente desaparece del mapa.
Las leyes de la atracción podría ser una especie de precuela de Menos que cero, la primera novela del escritor. Es un libro trepidante, en el sentido de que está contado de forma directa y sin concesiones. Lo que los personajes tienen que decir, lo dicen rápido y yendo al grano. Enumeran las drogas que se toman, describen el sexo entre ellos, las fiestas a las que asisten. Todo va tan rápido y siempre están tan alienados, que no hay tiempo para pensar ni sentir de forma demasiado profunda.
Vuelvo a mirar a Paul. Parece destrozado. EStá mirando a Sean. Sean me sigue mirando a mí, como si supiera que le mira Paul, y luego miro a Paul otra vez y Paul todavía mira a Sean. Sean se da cuenta y se ruboriza, pone los ojos en blanco y se vuelve hacia la máquina. Miro a Paul una vez más. Aplasta el vaso de plástico entre los dedos y aparta la mirada, agonizante. Empiezo a entender algo y entonces pienso: es imposible, totalmente imposible. No puede ser.
Mientras leía, me decía a mí misma que es imposible que el autor sea del todo ajeno a ese mundo o las sustancias que describe. Y sin querer me encontré pensando «qué hubiera sido de mi vida si», porque mis años universitarios fueron todo lo contrario a lo que se cuenta aquí. Es la función de la literatura, hacernos vivir otras vidas, seguramente. Me alegra haberlo leído, y además devoré sus más de 200 páginas (no muchas objetivamente, pero sí una cantidad considerable si tenemos en cuenta el tipo de historia), en un par de días.
Ninguno de los narradores es fiable. Las versiones se contradicen entre sí, y no precisamente en detalles pequeños. Como ocurre en la realidad, y nos vamos a quedar con la versión que más nos encaje. Como la vida misma.
No sé por qué corría detrás de esa motocicleta, pero corría. Corría veloz, resbalando sobre los montones de nieve, desplazándome más deprisa que nunca. Y no debido a Sean. Para eso era demasiado tarde. Ya habían existido un Richard y un Gerald y demasiados pensamientos carnales sobre otros. Pero corría y corría porque consideraba que estaba bien hacerlo. Era una oportunidad de demostrar algo de emoción. No obraba con pasión. Simplemente obraba. Porque me parecía que era lo único que podía hacer.
Autor: Bret Easton Ellis
Año publicación:
País del autor: USA
Número de páginas: 250
ISBN: 978-84-33923325
Leído en… español (Ed. Anagrama)
Dedicatoria:
Para Phil Holmes