Siempre hemos vivido en el castillo, de Shirley Jackson (Reseña)

Me llamo Mary Katherine Blackwood. Tengo dieciocho años y vivo con mi hermana Constance. A menudo pienso que con un poco de suerte podría haber sido una mujer lobo, porque mis dedos medio y anular son igual de largos, pero he tenido que contentarme con lo que soy. No me gusta lavarme, ni los perros, ni el ruido. Me gusta mi hermana Constance, y Ricardo Plantagenet, y la Amanita phalloides, la oronja mortal. El resto de mi familia ha muerto.

Así se presenta la protagonista del libro, a quien más adelante conoceremos como Merricat. Se trata de una historia que podríamos calificar de gótica, aunque no del todo terror. En este caso el libro llegó a mis manos porque hacía tiempo que el nombre de la autora me venía sonando (la primera vez que supe de Shirley Jackson fue leyendo el libro de no ficción de Stephen King, Danza Macabra, muy recomendable por cierto y donde habla de las diferentes manifestaciones del terror en la cultura popular).

De la autora de la novela, Shirley Jackson, se dice que con su obra ha ejercido una fuerte influencia en escritores como Stephen King o Richard Matheson. Y habiendo leído esta novela, no puedo decir que no, en cierto modo es un estilo simple pero encaminado al terror que también en caracteriza a esos autores (dos de mis favoritos, by the way). Aunque, sin haber leído más que este libro, se me ocurren muchas otras fuentes más probables que les pudieran haber servido de inspiración. Pero, dejando al margen que haya servido de inspiración o no a autores que me gustan…

La protagonista es Merricat, así le llaman aunque su nombre es Mary Katherine, tiene 18 años cuando la conocemos y lleva un estilo de vida peculiar junto a su tío y su hermana mayor, Constance. Merricat tenía 12 años cuando la castigaron con ir a dormir sin cenar, y casi toda su familia murió por envenenamiento con arsénico. Su tío arrastra secuelas de aquella noche y ha quedado inválido, su hermana no probó el azúcar, que es donde estaba el veneno, ella se salvó por no cenar esa  noche. Seis años después viven los tres en la gran casa con jardín y bosque, donde una vez habitó toda la familia. Constance padece agorafobia y no es capaz de salir de la propiedad, el tío está inválido, y por eso es Merricat quien sale a hacer los recados y tiene algo de contacto con el exterior.

El pueblo, del que la casa está algo apartada, sufre de una gran degradación según Merricat, una putrefacción que corrompe a todo y todos allí. Y lo que es cierto es que en el pueblo no quieren a las hermanas allí, resultan molestas y sospechosas, aunque en el juicio Constance, principal sospechosa, finalmente fue absuelta por falta de pruebas. Así que así conocemos a las hermanas, en un aislamiento más o menos feliz, llevan varios años así y Merricat no quiere que eso cambie. Pero el tema del libro es precisamente ese, que de repente ocurre algo que amenaza con romper esa armonía. No entraré mucho en detalles, pero precisamente se trata de eso, la amenaza al equilibrio y las consecuencias que desata.

El estilo de la novela es sencillo, sin mucho artificio, pues es Merricat, una joven de 18 años curiosamente infantilizada, la que nos está hablando. Merricat vive gran parte de su tiempo en su mundo de fantasía. Ella tiene un lugar medio real, medio imaginario, llamado «la Luna», donde se retira para vivir delirantes fantasías de felicidad, es un mundo lleno de colores extraños, con los objetos y animales favoritos de Merricat, y donde encuentra todo aquello que le falta en la vida real.
No es un libro largo, sin embargo, por momentos uno puede notar que la narración se estira un poco más de la cuenta, y que quizá falta material como para llenar una novela. Sin embargo, yo disfruté mucho la lectura, por su estilo, por la angustia subyacente (y a veces no tanto), y por ese ambiente opresivo tan bien recreado.  Creo que es importante mencionar que esta novela fue publicada pocos años antes de la muerte de su autora, que padeció graves problemas de agorafobia y ansiedad. Los temas que se observan en esta novela parecen estar inspirados por sentimientos de la propia Shirley Jackson, como por ejemplo el rechazo de los demás (personificados en la gente del pueblo), o la agorafobia y aislamiento extremo que sufren sus personajes fueron también dolencias que sufrió la autora. Shirley Jackson murió con tan solo 48 años, de un ataque al corazón, en sus últimos meses apenas salió de casa y sufrió ansiedad severa y muchos problemas de salud.
Así que un libro breve, una lectura rápida y bastante sencilla. Más que la historia en sí, lo que llama la atención, y de ello depende que el libro guste mucho o deje una sensación más tibia, es la psicología del personaje de Merricat. O compras o no compras, pero esta chica de 18 años tiene una mentalidad infantil, obsesiva, a ratos oscura y posesiva, y está acostumbrada a que los demás (su hermana y su tío son los únicos que quedan) hagan lo que ella quiere. El mérito de la obra es que consigamos empatizar con Merricat y sus muchos transtornos mentales, ella es la única narradora y obviamente no es muy fiable, pero al final podemos dar su narración por buena, por muy fantasiosa y distorsionada que sea.
Aunque clasificada como novela de terror, aquí terror al uso hay poco o muy poco. Sí existe un tipo de terror menos habitual, en este entorno gótico, el mayor miedo de la protagonista es que las cosas cambien y dejen de ser perfectas, eso es lo que Merricat teme más, y nosotros podemos compartir ese desasosiego con ella.
—Soy muy feliz —dijo al fin Constance, entre jadeos—. Soy muy feliz, Merricat.
—Ya te dije que la Luna te gustaría.
 

Título original: We Have Always Live in the Castle
Nombre de la autora: Shirley Jackson

Año de publicación: 1962
Número de páginas: 222
ISBN: 978-84-95587-89-3
Leído en… español (Ed.  Minúscula)
Dedicatoria:
Para Pascal Covici

2 comments

  1. No conocía ni la obra ni a la autora, pero este es uno de esos libros que va a pasar directamente a mi lista de libros que tengo que leer. Me gusta mucho el aire que respira. Un besazo

    • Espero que te guste cuando lo leas! Yo opino que los clásicos hay que irlos leyendo, para formarnos nuestro propio criterio, y esta obra tiene bastante fama… A ver qué te parece 😉

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