Tenía un periódico, pero no lo leí porque no quería saber nada de la guerra. Quería olvidar la guerra. Había firmado la paz por mi cuenta. Me sentía rematadamente solo.
Tengo el objetivo de, poco a poco, ir leyendo todas las novelas de Hemingway. Sin prisa de ningún tipo, solo irme haciendo con sus libros y leerlos cuando tenga ganas. En esta ocasión, tras leer París era una fiesta y, hace muchos años, El viejo del mar, quería un poco más de su obra de ficción.
En la novela, que tiene al parecer una gran parte autobiográfica, se cuenta la historia de un soldado, llamado Frederic Henry, norteamericano. Se encuentra en Italia en los años de la Primera Guerra Mundial, la acción comienza alrededor del 1916. En la novela se nos cuentan las andanzas de Frederick, antes y después de conocer a una enfermera británica llamada Catherine Barkley, de la que se enamora. Frederic sirve como teniente paramédico en la división de ambulancias del ejército italiano, de ahí que veremos que en numerosas ocasiones los italianos le llaman tenente. Durante la historia, el soldado es herido en la pierna por un mortero, es a raíz de un cortejo anterior, y de la estancia en el hospital, que Frederic y Catherine comienzan su historia de amor.
La novela está dividida en cinco ‘libros’, y tal como he dicho, a Hemingway le sirvió de inspiración su propia vida, y la relación que tuvo también con una enfermera durante su participación en el bando italiano en la Primera Guerra Mundial. Aunque su propia historia tuvo un final diferente que el del libro, hay varios personajes y no solo ellos dos, que están basados en personas del mundo real. En los primeros libros quizá la guerra la vemos un poco más de lejos, llegando después a unos pasajes más típicos de la guerra.
Al Sr. Henry no le da excesivo miedo el fuego enemigo, pero tampoco le impulsa al frente un sentimiento patriótico exagerado. Se puede decir que su actitud es la de un espectador al que no le queda otro remedio que estar donde está, que no tiene elección y por tanto observa lo que ocurre a su alrededor. Y aunque – después lo explicaré – he tenido mis dificultades para acabar la novela, la conclusión y lo que nos muestra es de lo más coherente: la guerra es aburrida. Y aún más, el típico amor romántico es casi tan aburrido como la guerra.
– Nosotros no nos pelearemos.
– No, porque estamos nosotros y el resto del mundo. Si algo se interpone entre nosotros estaremos perdidos y nos atraparán.
– No lo harán – dije -. Porque tú eres demasiado valiente. A los valientes nunca les pasa nada.
– Claro, porque se mueren.
– Pero solo una vez.
– No sé. ¿Quién dijo eso?
– ¿Que el cobarde muere mil muertes y el valiente solo una?
– Claro. ¿Quién fue?
– No lo sé.
– Probablemente un cobarde. Conocía bien a los cobardes, pero no a los valientes. El valiente muere dos mil muertes si es inteligente. Lo que pasa es que no lo dice.
La acción en el libro transcurre lenta y la narración es desapasionada, hay abundantes diálogos, pero no creáis que están llenos de significado o sabiduría. No, al igual que ocurre con la acción en el frente, o lejos de él, algunas de las conversaciones son banales, casi superfluas. El protagonista está muy distanciado de todo, de todos, incluso de su gran amor, Catherine. Las observaciones sobre lo que le ocurre y sobre los demás resultan desapasionadas, en ocasiones incluso demasiado. Por otro lado, mi principal queja sobre el libro proviene encima, de uno de sus ejes, el personaje de Catherine. Lo siento, pero he sido capaz de empatizar o simpatizar para nada con ese personaje de la enfermera, que de tan tonta que es, es casi imposible de creer, y hace muy cuesta arriba los fragmentos en que aparece. Y hasta aquí he comentado los puntos para mí más flojos de la novela.
Al contrario de lo que uno pueda esperar de un libro ambientado y escrito sobre la guerra, Adiós a las armas no es un libro épico. Más bien, y eso sí me ha gustado, refleja un estado de ánimo muy diferente a eso, lejos del patriotismo, de la exaltación de la guerra por la guerra, los grandes valores atribuidos a los soldados (camaraderia, valentía, entrega a altos ideales)… el protagonista, Frederic, y muchos de sus compañeros, están cansados, quieren irse, no se sienten héroes ni creen que merezca la pena estar donde están. Ir a la guerra es una obligación tediosa, peligrosa, agotadora. La guerra les ha vuelto cínicos con todo y todos. La guerra es aburrida.
El río había arrastrado mi rabia junto con mis obligaciones. Aunque esas habían terminado en el momento en que el carabiniere me cogió del cuello. Me habría gustado quitarme el uniforme, aunque las formas externas me traían sin cuidado. Me había arrancado las estrellas, pero lo había hecho por conveniencia. No por pundonor. No tenía nada contra ellos. Se acabó. Les deseaba toda la suerte del mundo. Eran los mejores, los más valientes, los más tranquilos y los más sensatos, y se lo merecían. Pero ya no era mi guerra y estaba deseando que el puñetero tren llegase a Mestre para comer y dejar de pensar.
¿Y qué se puede decir del amor? El mensaje, al menos para mí, es que el amor no es mucho más épico que la guerra. Al protagonista su historia de amor le motiva para ir de un sitio a otro, para pensar y salir de su soledad, para pasar el rato con su amada, pero en la práctica, las escenas de amor, los diálogos entre enamorados, son insustanciales, son aburridos y previsibles. De todos modos la lectura final podría ser que los dos solo buscan algo muy lógico, y es escapar al tedio de la guerra, a todos los días que transcurren igual, a las noticias que iban llegando del frente, de la suciedad, las enfermedades, la lluvia, las heridas de guerra.
El protagonista es el observador imperturbable, sobre todo al inicio de la novela. Cuando finalmente muestra opiniones contundentes, son en contra de la guerra. No con exaltados discursos belicistas, sino más bien con su actitud de «ahí os matéis, estoy harto de esto». Y, ¿quién puede decir que no le gustaría adoptar esa actitud alguna vez?
– Tenente – dijo Passini -, se supone que nos deja usted hablar. Escuche. No hay nada peor que la guerra. En el cuerpo de ambulancias no podemos hacernos una idea de lo mala que es. Cuando la gente lo ve, no puede hacer nada por detenerla porque se desquicia. Hay quien no llega a darse cuenta. Y quien teme a sus oficiales. Con ellos se hacen las guerras.
– Se que la guerra es mala, pero debemos resistir hasta el final.
– No tiene fin. Las guerras no terminan nunca.
He leído que la novela fue censurada en su publicación (algunas palabras malsonantes), y así lo están también las ediciones modernas. En la que leí yo, en numerosos diálogos había guiones para sustituir las palabrotas. También he visto que Hemingway escribió varios finales alternativos para la novela, he buscado algo sobre ellos y he de decir que alguno me ha hecho más gracia que el que de verdad tiene la novela.
En definitiva, ya ha dicho que para mí no ha sido un libro fácil de leer. Lo he dejado varias veces y opino que decae en interés en algunos fragmentos. Sin embargo, ha llegado cierto punto en que no pude dejar de leer, que iba pasando las páginas por decenas, y ahi sí he entrado por completo en la historia. Leía esas vivencias más o menos rutinarias del protagonista, pero de vez en cuando me quedaba con la boca abierta ante alguna frase o reflexión. Es una novela irregular en algunos aspectos, pero genial en su conjunto.
No dije nada. Siempre me han avergonzado las palabras «sagrado», «glorioso» y «sacrificio», y la expresión «en vano». Las habíamos oído, a veces bajo la lluvia, casi inaudibles, de modo que solo entendíamos esas palabras pronunciadas a gritos, y las habíamos leído enlas proclamas de los carteles, pegados sobre otras proclamas; hacía mucho tiempo que no veía nada sagrado, las cosas que antes eran gloriosas ahora carecían de gloria y los sacrificios eran como los de los mataderos de Chicago, aunque la carne solo servía para enterrarla. Había muchas palabras que no soportaba oír y al final solo los nombres de los sitios conservaban su dignidad. Lo mismo pasaba con ciertos números y fechas, que eran lo único, aparte de los nombres de los sitios, que aún tenía significado. Las palabras abstractas como la gloria, el honor, el valor o lo sacrosanto resultaban obscenas al lado de los nombres concretos de los pueblos, los números de las carreteras, los nombres de los ríos, los números de los regimientos y las fechas.
Autor: Ernest Hemingway
Año publicación: 1929
Número páginas: 374
País del autor: USA
ISBN: 978-84-90622827
Leído en… español (edición Debolsillo)
Hola.
Pues he de decir, que la primera vez que la leí, a mi me gusto mucho, claro, conocía poco de literatura y más poco aún de Hemingway; lo que dices es cierto, Henry es un personaje apático, casi aburrido con la vida y vive como esta como si fuera una inercia tan grande que nadie puede cambiarla y él sólo la vive y la acepta estoicamente.
La relación entre Henry y Catherine es bastante particular, al principio para él es una simple distracción, un pasatiempo intrascendente para llenar los minutos en que no está ocupado en la guerra. El amor nace luego de que es herido, luego él se aferra a ella como su única salvación, la única persona que le da un poco de valor y sentido a su existencia terriblemente aburridora. Claro, lo que dices es cierto, hay muchos diálogos entre ellos que son agotadores de tan dulzones que son y la personalidad totalmente dependiente de ella hacia él, cansa por momentos; pero es algo muy propio de la época y del mismo Hemingway, quien presenta varias veces personajes femeninos muy dependientes hacia el protagonista; no siempre hay excepccones, en Fiesta, por ejemplo, la protagonista es libre y es un personaje mucho más rico en matices.
Yo sigo creyendo que es una obra maestra, aunque reconozco muchas fallas, me gusta ese estilo directo, sencillo y cotidiano de Hemingway para narrar, tal vez no sea su obra más importante, pero la historia de los protagonistas es siempre un gancho para leerla y fue con esta novela con la que salto al estrellato, siendo a la vez la primera que se produjo en cine de manera ostentosa y le permitió conocer a varios artistas de Hollywood. También yo peco porque Hemingway es uno de mis escritores favoritos, y de entrada ya he tomado un bando.
He de decir que me ha sorprendido gratamente lo de los finales alternativos que escribió, no sabía nada de eso hasta hoy, leeré lo que has dejado y buscaré algo más, eso ya me ha dejado bastante curioso.
Gracias por tu blog, siempre es bueno leerte, un abrazo.