Ante la triste evocación de esos sitios, cada uno de nosotros, los sobrevivientes, se comporta de manera distinta, pero se distinguen dos grandes categorías. Pertenecen a la primera categoría los quee rehúsan regresar, o incluso hablar del tema; los que querrían olvidar pero no pueden, y viven atormentados por pesadillas; los que al contrario, han olvidado, han extirpado todo y han vuelto a vivir a partir de cero. He notado que, en general, todos estos individuos fueron a parar al Lager «por desgracia», es decir sin un compromiso político precioso; para ellos el sufrimiento ha sido una experiencia traumática pero privada de significado y de enseñanza, como una calamidad o una enfermedad, el recuerdo es para ellos algo extraño, un cuerpo doloroso que se inmiscuyó en sus vidas, y han tratado (o aún tratan) de eliminarlo. La segunda categoría, en cambio, está constituida por los ex prisioneros políticos, o entodo caso con preparación política, o con una convicción religiosa, o con una fuerte conciencia moral. Para estos sobrevivientes recordar es un debe: estos no quieren olvidar, y sobre todo no quieren que el mundo olvide, porque han comprendido que su experiencia tenía sentido y que los Lager no fueron un accidente, un hecho imprevisto de la Historia.
Tengo que decir una cosa, y es que no entiendo por qué no he leído este libro antes. Quizá porque en el fondo, tenía la sensación de que no necesitaba saber más sobre el Holocausto, que un libro o una película más no iba a aportarme nada importante. Sin embargo, mientras lo leía y al terminar, me di cuenta de que no podía estar más equivocada.
Si esto es un hombre es una historia de supervivencia contada en primera persona, exenta de idealismo y muy cruda sin necesidad de poner acento en los asuntos más sórdidos. Todo fue sórdido en aquel capítulo, incomprensible, casi imposible de explicar utilizando nuestra parte más racional. Por eso, solo leyendo testimonios de aquí y de allí, se puede uno hacer una ligera idea de lo que pudo ser aquello, por qué millones de personas acabaron asesinadas, y por qué para que eso ocurriera, contribuyeron tantas otras personas. En este libro no encontraremos los grandes motivos, ni un análisis sociológico que nos explique el porqué del horror. Aquí solo tenemos a un hombre contando lo que vivió en un campo de exterminio. Ahora todos sabemos lo que allí ocurría, pero en aquel entonces los que llegaban a Auschwitz no tenían ni idea de qué iba a pasar allí. Las dudas, la desorientación, el miedo, la resignación, la desaparición de la esperanza, la derrota… todo podemos encontrarlo en la narración de Primo Levi. Si esto es un hombre constituye la primera parte de una trilogía, donde narra su estancia en un campo de concentración, y los años que siguieron. Los otros dos títulos de la trilogía son La Tregua y Los hundidos y los salvados.
El libro se publicó solo dos años después del final de la guerra, en 1947. En él, Primo Levi describe el día a día del año que pasó en el campo de Auschwitz. Describe con gran minuciosidad la organización del Lager, habla de sus compañeros, de algunos de los mandos del campo, de cómo los prisioneros se convirtieron en muchas ocasiones en enemigos de sus propios compañeros. Levi, doctorado en Química en 1941, logró no ser seleccionado para la ejecución inmediata al llegar, de modo que fue transferido a un campo auxiliar de trabajos forzados. Su experiencia allí ha permitido que después pudiera contar en detalle cómo fue, cómo se organizaban los Kapos, cómo la violencia fue desde el primer momento el único lenguaje que entendían todos los que estaban allí, cómo los prisioneros debían luchar contra el hambre extrema el frío, las enfermedades, todas las carencias materiales y la falta de solidaridad.
Desaparecieron así en un instante, a traición, nuestras mujeres, nuestros padres, nuestros hijos. Casi nadie pudo despedirse de ellos. Los vimos un poco de tiempo como una masa oscura en el otro extremo del andén, luego ya no vimos nada.
En la crónica, Levi narra con mucho detalle lo que recuerda de lo que ocurrió en el campo, desde que llegaron hasta el día en que quedaron libres. La proporción de supervivientes fue muy pequeña, y los que sobrevivieron quedaron marcados para siempre. El libro tiene un estilo duro, directo, sobrio, y creo que eso es lo que lo convierte en una crónica aún más efectiva.
Explica cómo en el campo había diferentes métodos para poder sobrevivir. Uno, sería la organización, la lástima, o el robo. Muchos prisioneros recurrían al robo de las propiedades de otros prisioneros. Y lo único que poseía un prisionero era por regla general era la ropa y zapatos que llevaba puestos, más el cuenco para recibir la ración de comida (escasa) que le daban varias veces cada día.
En la rutina de los prisioneros, el hambre era una constante, y cuando llegó el invierno, el frío se convirtió también en una amenaza adicional para su supervivencia. Levi narra cómo a menudo soñaba con comida, o cómo a veces utilizaban los métodos que podían para evitar trabajar. Para hombres hambrientos y en muchos casos enfermos, el trabajo duro era un enemigo más. Tal como explica en el libro, era más probable (exceptuando la cámara de gas) morir en el campo a causa del hambre y las enfermedades, que a causa de los golpes.
Hablar con Henri es útil y agradable; hasta sucede a veces que al oírle afectuoso y cercano parece posible una comunicación, quizás hasta un afecto; parece hasta percibirse el fondo humano, doliente y cómplice de su personalidad no común. Pero al momento siguiente su sonrisa triste se hiela en una mueca triste que parece estudiada ante un espejo; Henri pide cortésmente perdón, y helo de nuevo enteramente entregado a su caza y a su lucha: duro y lejano, encerrado en su coraza, enemigo de todos, inhumanamente listo e incomprensible como la Serpiente del Génesis.
No todos los prisioneros eran iguales, había clases entre los prisioneros, que ellos mismos establecían. En cierto modo, la clase la podía definir la procedencia que tenía cada uno (polacos, alemanes, italianos…), o incluso cómo de bajo o alto era el número que llevaba cada uno (los números altos eran prisioneros más novatos, los bajos prisioneros antiguos). Algunos eran judíos, pero no todos. Las raciones diarias eran moneda de cambio para el sistema de comercio en el campo.
Y tal como he dicho, Levi describe a unos cuantos compañeros suyos. De algunos se nota que guardaba un buen recuerdo, de otros no tanto. Los había que conservaron su espíritu noble, y por lo general no les sirvió de mucho. Otros, fueron serpientes, supervivientes puros que no sentían ningún remordimiento en perjudicar a otros como ellos. El propio Levi no intenta esconder que él en ocasiones también hizo lo que pudo por sobrevivir, y que de algunas cosas no está orgulloso. Pero también describe algún gesto que tuvo con algún compañero especialmente infeliz. En todos los casos, nos cuenta qué pasó con esos compañeros (si se salvaron, si murieron) si tenía conocimiento de su destino.
Pobre tonto de Kraus. Si supiese que no es verdad, que no he soñado nada de él, que para mí tampoco es él nada, sino durante un instante, nada como todo es nada aquí abajo, salvo el hambre dentro, el frío y la lluvia alrededor.
Es una gran narración, aunque no es fácil leerla. Proporciona mucha más información de la que esperaría encontrar cuando comencé el libro. Y no solo información específica sobre los campos de exterminio, sobre aquel momento concreto, en aquel lugar concreto… sino sobre algo mucho más grande, más general y atemporal. No se trata simplemente de narrar algo que podría enseñarnos cosas que puedan evitar que se repita, se trata de enseñarnos algo sobre nosotros mismos, se trata de que reflexionemos.
Todo el mundo descubre, tarde o temprano, que la felicidad perfecta no es posible, pero pocos hay que se detengan en la consideración opuesta de que lo mismo ocurre con la infelicidad perfecta. Los momentos que se oponen a la realización de uno y otro estado límite son de la misma naturaleza: se derivan de nuestra condición humana, que es enemiga de cualquier infinitud. Se opone a ello nuestro eternamente insuficiente conocimiento del futuro; y ello se llama, en un caso, esperanza y en el otro, incertidumbre del mañana.
Ante todo, nos habla del ser humano. De todo lo que aprendió, tan joven, Levi en aquel campo de exterminio sobre las personas. No tanto sobre los que le habían metido allí, por motivos de ideología, de política, fanatismo… sino de la voluntad de los hombres por sobrevivir pase lo que pase, incluso cuando ese afán de supervivencia los desposee de aquello que pensaríamos que define a un ser humano. Lo que más pareció marcar a Levi en aquella época, es cómo estar en aquel campo de exterminio, hizo que pasaran de personas a algo muy parecido a animales. Ese desposeímiento de la propia humanidad, de la identidad, de la conciencia de uno mismo parece de lo peor que se le puede hacer a un hombre, y en eso las labores de exterminio comenzaban mucho antes que las cámaras de gas. Eran hombres vacíos, sin casa, sin rutinas, sin ropa, sin familia, que pronto añadían a las pérdidas su dignidad, su todo, a sí mismo.
Años después de la primera publicación del libro, en 1976, Levi añadió un anexo donde daba respuestas a las preguntas más frecuentes que le habían hecho sobre su experiencia en Auschwitz. Esta última parte también me ha resultado muy interesante.
La convicción de que la vida tiene una finalidad está grabada en todas las fibras del hombre, es una propiedad de la sustancia humana. Los hombres libres llaman de muchas maneras a tal finalidad, y sobre su naturaleza piensan y hablan mucho: pero para nosotros la cuestión es muy simple.
Aquí y hoy nuestra finalidad es llegar a la primavera. De otras cosas, ahora, no nos preocupamos.
Autor: Primo Levi
País origen del autor: Italia
Año primera publicación: 1947
Número de páginas: 224
ISBN: 9788476694008
Leído en… español (Ed. Austral)