Crónica personal [A personal record], de Joseph Conrad (Reseña)

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Además… es extremadamente difícil ser alegre del todo o triste en esta tierra. Lo cómico, siempre que sea humano, no tarda en arrogarse el rostro del dolor; algunos de nuestros pesares (digo algunos, que no todos, ya que es la capacidad de sufrimiento la que hace que el hombre sea augusto a ojos de los demás hombres) brotan de ciertas debilidades en las cuales es preciso reconocer, con la sonrisa de la compasión, la herencia común de todos nosotros. Las alegrías y las penas de este mundo circulan de continuo entre uno y otro lado, entremezclan sus formas y sus murmullos en esa dudosa luz de la vida que resulta tan misteriosa como un océano en exceso cargado de sombras, mientras la deslumbrante brillantez de las supremas esperanzas se halla muy lejos, fascinante y quieta, al lejano filo del horizonte.

Aunque me gustan las autobiografías, difícilmente podría calificarse esta narración de Joseph Conrad como tal. Al parecer, el origen de este libro se remonta a una petición de su amigo Ford Madox Ford a Conrad, en esta petición le proponía escribir sus memorias para la English Review, revista de su propiedad. El resultado fue este libro, un libro bastante breve aunque no sencillo de leer, donde habla de su tiempo en el mar, su familia y del nacimiento de su vocación como escritor. 

Las dos vidas que afirmó haber tenido Joseph Conrad, eran la vida del mar (pasó veinte años de su vida como marino mercante) y la vida de las letras, posterior a la vida en el mar y que no abandonaría hasta su muerte. En este libro habla de las dos, sin entrar en mucho detalle, y eso es inevitable, ya que tan solo cuenta con doscientas veintipico páginas. El texto es evocador, es poético, es bastante barroco, pero al fin y al cabo, no se podría calificar de verdaderas memorias. El amigo de Conrad, Ford Madox, al parecer no quedó muy satisfecho con el resultado de su petición, pues la obra no sigue un orden cronológico claro, no es extensa, y no se trata de unas memorias al uso, convencionales.

Quienes me leen saben de mi convicción de que el mundo, el mundo terrenal, descansa sobre unas pocas ideas, por lo demás muy sencillas; tan sencillas que han de ser tan antiguas como las colinas. Descansa notoriamente, entre otras cosas, sobre la idea de Fidelidad. 

En principio, esta obra fue publicada en formato serial para la revista English Review, allá por el 1908, con el título de «Some Reminiscences». En las memorias, Conrad habla de algunas cosas que vivió en Polonia (su país natal), África, el Sureste Asiático. En definitiva, lo que le interesaba contar es cómo acabó viviendo parte de su vida en el mar, qué fue lo que lo empujó a ese tipo de vida, y cómo fue el paso a su otra vida, la de la escritura de ficción. En el libro, que se estructura en diferentes capítulos, hay uno titulado «Prefacio familiar» en el cual Conrad narra su infancia y juventud, con un padre con varias profesiones y con historial revolucionario, y con una madre que murió bastante joven de tuberculosis. Fue su padre quien le inculcó el amor por la literatura, con una mezcla de lecturas polacas y británicas; como curiosidad, al parecer fue Shakespeare la introducción de Joseph Conrad a la literatura británica. Y en referencia al tema literario, Conrad también dedica unas páginas a explicar a sus críticos por qué ha decidido publicar su obra en una lengua no materna, el inglés. En esa parte nos lleva de manera un tanto fugaz a la Polonia de la época de la Insurrección de 1863, de donde Conrad quiso salir en su juventud, y lo hizo comenzando a dedicarse al mar. Durante su vida, no faltarían problemas con su nacionalidad (acabó nacionalizándose británico).

Bien puedo recordar aquella última noche que pasé con los prácticos de la Tercera Compañía. Desde entonces conozco el hechizo de la luna; lo he sentido en muy diversos mares, a la vista de las costas boscosas, rocosas o formadas por dunas sin término, pero nunca he vuelto a sentir una magia tan perfecta en su revelación de un carácter insospechado, casi omo si a uno le fuera dado contemplar la naturaleza mística de las cosas materiales.

En el libro también explica algunos hechos curiosos acerca del manuscrito de su  primera novela, «La locura de Almayer», significativa por ser la primera, y por tratarse de un giro importante en su vida, el que suponía pasar de dedicarse al mar a dedicarse a escribir. En un tono siempre introspectivo, Conrad nos habla de su proceso, más bien desordenado, de acercamiento a la literatura, de sus primeros pasos como autor, y de las muchas desventuras que pasaron sus manuscritos. Dado que no hay un orden demasiado ortodoxo en estas memorias, lo que tenemos es casi mejor: recuerdos de personas y determinados capítulos de la vida de Conrad, que ayudaron a modelarlo como el autor que acabó siendo. Creo que esto tiene más valor que una enumeración precisa y cronológica de los hechos de su vida. A la hora de hablar de su primera novela, Conrad es igualmente impreciso: en el libro nos habla de un compañero de barco que elogia su trabajo, de un encuentro con Almayer (¿o la persona que inspiró el personaje?), pero no hay una idea clara del génesis de esa idea, me da la impresión de que cuando la menciona se refiere a algo que ya hacía tiempo le rondaba la cabeza.

No es una crónica muy personal, a pesar de su título, porque intenta narrar (de forma muy florida, eso sí) lo relacionado con su vida, pero sin detenerse demasiado en sus propios sentimientos ni características personales. Es realmente curioso este desapego de sí mismo, y cuando notamos que se pone más ‘personal’ es cuando se defiende por haber dejado atrás su lengua madre, explicando cómo comenzó a amar la lengua inglesa y por qué eligió el inglés para escribir sus libros. Eso puede convertir las memorias en ligeramente frustrantes, pues revelan poco acerca del hombre que las firma. Sin saber mucho del autor (lo único que he leído suyo es En el corazón de las tinieblas, y eso fue hace muchísimos años), me atrevo a decir que esa opacidad en la narración y lo poco que revela acerca de sí mismo son hechos completamente intencionados. Al fin y al cabo, tiene su mérito no desnudar la propia alma al escribir unas memorias, ¿no?

Así que en resumen, puedo decir que para mí no han sido unas memorias muy satisfactorias de leer. No tanto porque no explique detalles de su vida personal, sino porque tampoco llego a captar del todo cómo comenzó la vocación de Conrad por la escritura, y eso, dada su trayectoria, era algo que me interesaba mucho. Sin embargo, creo que ha merecido la pena la lectura por su estilo elegante y algo barroco.

 

Incluso el que escribe en prosa, quien aun en su quehacer menos noble si se quiere, y desde luego más laborioso, ha de ser por fuerza un hombre de corazón acerado, es merecedor de un lugar propio, siempre y cuando mire a su alrededor sin entornar los ojos y mantenga a raya la risa, siempre y cuando no sea él quien ría o quien llore. Sí. Hasta quien escribe ficción en prosa, que después de todo no es sino verdad a menudo extraída de un pozo y revestida con las vestiduras de que la dota la frase imaginaria, hasta el mismo escritor de ficción tiene su lugar propio entre los reyes, los demagogos, los sacerdotes, los charlatanes, los duques, las jirafas, los ministros, los fabianos, los albañiles, los apóstoles, las hormigas, los científicos, los bantúes, los soldados, los marinos, los elefantes, los abogados, los dandis, los microbios y las constelaciones todas de un universo cuyo asombroso espectáculo constituye una finalidad moral en sí misma.

 

 

Autor: Joseph Conrad
Año publicación: 1912
Número de páginas: 167
ISBN: 978-84-9065-204-6
Leído en… español (editorial Alba)

 

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