Climent, de Josep M. Fonalleras (Reseña)

climent-ebook-9788415645061No ho vaig fer. Això ja ho saps. Però vaig habitar des d’aquella nit de desembre en el després. I en els mesos que han passat fins avui – ens hem vist, hem tornat a parlar d’ànimes, m’he fixat en les línies de les teves mans mentre em mostraves un botó (era un botó o un còdol?) que havies recollit a la platja («es l’ull d’una sirena; ho va dir la Tina, el va trobar jugant amb el seu pare») -, en aquests mesos no he pensat que la mort tingués els teus ulls, com deia un poeta, sinó que era jo qui et mirava (la mort tindrà els meus ulls, doncs) amb la convicció d’estar contemplant tot això per última vegada. Una observació pausada, l’anar-se desfent. Per atrapar-ho. Per desar-ho.
Espera, no te’n vagis. Busco una de les notes d’en Climent. Diu: «Fragment d’una novel·la d Gide:és precisament perquè no el tornarem a veure que el contemplo una llarga estona. Penso que l’aniré oblidant si ara no el miro fixament».

[No lo hice. Eso ya lo sabes. Pero habité desde aquella noche de diciembre en el después. Y en los meses que han pasado hasta hoy -nos hemos visto, hemos vuelto a hablar de almas, me he fijado en las líneas de tus manos mientras me mostrabas un botón (¿era un botón o un guijarro?] que habías recogido en la playa («es el ojo de una sirena; lo dijo Tina, lo encontró jugando con su padre»)-, en estos meses no he pensado que la muerte tuviese tus ojos, como decía un poeta, sino que era yo quien te miraba (la muerte tendrá mis ojos, entonces) con la convicción de estar contemplando todo esto por última vez. Una observación pausada, irse deshaciendo. Para atraparlo. Para guardarlo.
Espera, no te vayas. Busco una de las notas de Climent. Dice: «Fragmento de una novela de Gide: es precisamente porque no volveremos a verlo que lo contemplo un largo rato. Pienso que lo iré olvidando si ahora no lo miro fijamente».]

En ocasiones, me cuesta reseñar determinados libros porque son muy íntimos, muy personales. ¿Y cómo explicar por qué me ha gustado, sin ponerme yo misma y en consonancia con el libro… personal? Eso es lo que me llevo preguntando meses, y mientras escribía otras opiniones y reseñas  de las cosas más diversas… tenía muy presente que tenía pendiente esta. Así que al final he tomado la decisión de reseñarlo en base a mis impresiones. Que posiblemente no tengan nada que ver con el verdadero sentido que quería darle el escritor, con lo que realmente importa de la narración o yo qué sé… pero son las mías.

Ya he dicho que me gusta leer en catalán. Pero no traducciones al catalán, sino novelas que han sido escritas así. En el fondo, me gustaría leer tantos libros como me fuera posible en sus idiomas originales, pero por falta de conocimiento o de ganas, eso no siempre se puede hacer. En catalán, sin embargo, sí. Ponedme una pistola en la cabeza y no seré capaz de hilar dos frases en el idioma, pero entenderlo, lo entiendo desde muy al principio de llegar aquí. Dicho esto…

Al principio del libro, vemos a los amigos de Climent, que quieren rendirle homenaje de la mejor manera que se les ocurre. Entregan sus apuntes, notas, fotos… todo lo que guardaba en una cajonera de plástico para su novela, a un joven escritor para que «haga lo que pueda» con todo eso. Se supone que terminar su novela. Ese es el punto de partida, al principio de la novela Climent acaba de morir y sus amigos – Sunyer, Domènech, Jaume, Pep – y Leo (el escritor) se reúnen en una cafetería para ponerse de acuerdo sobre qué hacer.

Al tanatori, una de les filles d’en Climent havia llegit un poema d’Auden («en Climent sempre deia que volia que el llegíssim, si es moria abans que nosaltres», va fer en Pep) i no va sonar música clàssica ni res de tot això, sinó una gravació d’una cançó que va guanyar el Festival de San Remo del 1961, Al di là, cantada per un tipus que es deia Luciano Tajoli. «Excentricitats d’en Climent», va dir en Domènech. «Potser es pensava que els assistents al funeral l’entonarien com un cor!».

[En el tanatorio, una de las hijas de Climent había leído un poema de Auden («Climent siempre decía que quería que lo leyésemos, si moría antes que nosotros», dijo Pep) y no sonó música clásica ni nada de todo eso, sino una grabación de una canción que ganó el Festival de San Remo de 1961, Al di là, cantada por un tipo que se llamaba Luciano Tajoli. «Excentricidades de Climent», dijo Domènech. «¡A lo mejor pensaba que los asistentes al funeral la entonarían como un coro!»]

Esta es la canción, con mucha presencia a lo largo de las páginas:

Climent ha sido escritor, y es a través de las notas como descubrimos sus obsesiones, sus frustraciones. No es tanto lo que le va pasando o hechos concretos de su vida, como sensaciones más bien abstractas y pensamientos metafísicos sobre lo que significa para el personaje estar vivo, estar muerto, amar. ¿Por qué sabe que va a  morir, por qué siente esa melancolía? A medida que pasan las páginas descubrimos que no hacen falta grandes palabras para expresar grandes ideas, que Climent es muy real aunque no sepamos todos los detalles de su vida, ni de su muerte.

Fonalleras
Josep M. Fonalleras

Pero como decía, Climent es escritor. Da la sensación de que a pesar de serlo, desea serlo más. Cuando uno quiere ser algo que en teoría ya es, algo que es como si estuviese en sus manos pero de lo que no se puede sentir el tacto. El protagonista (ambos protagonistas) parecen estar deseando atrapar algo constantemente, que rozan con los dedos y siempre huye.

Si tengo que ser sincera, no me apasiona leer sobre escritores. Quizá me gustaría más si fuese una de ellos (o no), pero hay veces en que es imposible no empatizar y encontrar paralelismos. Creo más en este escritor «lampista» que en virtuosos de la palabra que crean sin ningún esfuerzo. Por eso me ha gustado mucho este párrafo, donde se habla de un curso que Climent da en calidad de escritor veterano, a un grupo de principiantes que desean aprender de él el arte de crear una novela.

Es devien imaginar que en Climent parlaria del nus i del desenllaç, de la lenta i pausada construcció que requeria una novel·la. En Climent va afegir: «Jo crec que hi ha dos tipus d’escriptors: els que són enginyers i aixequen ponts i necessiten calcular les estructures perquè el pont no caigui; i els orfebres, que miren d’encastar una ppedra preciosa en una joia, sense que desentoni, procurant que el resultat final sigui plausible. És aquí on sóc jo. O encara millor. No voldria ser tan petulant, tan orgullós. Diguem que em contemplo més aviat como un lampista. Del que es tracta és que no hi hagi fuites».

[Debían imaginarse que Climent hablaría del nudo y del desenlace, de la lenta y pausada construcción que requería una novela. Climent añadió: «Yo creo que hay dos tipos de escritores: los que son ingenieros y levantan puentes y necesitan calcular las estructuras para que el puente no caiga; y los orfebres, que buscan encastar una piedra preciosa en una joya, sin que desentone, procurando que el resultado final sea plausible. Es aquí donde estoy yo. O aún mejor. No querría ser tan petulante, tan orgulloso. Digamos que me veo más bien como un lampista. De lo que se trata es de que no haya fugas».]

Ya he dicho que en el caso de libros como este, siempre me cuesta escribir públicamente sobre lo que creo haber leído. Para mí habrá significado una cosa, y supongo que para otra persona puede ser algo totalmente diferente. A veces la lectura es una vivencia tan personal como cualquier otra, y eso es lo que la convierte en grande e importante. Si un libro es capaz de generar emociones en mí, es un buen libro. No hay nada peor, dicen, que provocar indiferencia, y creo que lo mismo puede decirse de una obra. A estas alturas de la reseña, ¿tengo que decir que el libro me ha tocado «algo», que me ha gustado mucho?

Climent, el protagonista, ha muerto, pero antes de morir tampoco parecía del todo vivo. En sus notas veremos constantes referencias a la muerte, de formas bastante directas. Es representativa la historia del pintor – Ferdinand Hodler – que quiso pintar a su amada agonizando, esa historia lo obsesiona, quiere escribir sobre ella y de alguna forma analizarla y entenderla. ¿Se puede entender algo como eso? Yo creo que es más fácil hacer entender y empatizar con una situación de impotencia ante la muerte de otro, que ante la de uno mismo. Como en la historia, contemplar la agonía de otro, pintarla, asimilarla y aprender de ella. Y al final, la muerte, ¿y después?

«Títol: Al di là. Més enllà. Aldilà, el Més enllà».
I més:
«Tens consciència de la mort quan s’escola un determinat gra de sorra en el rellotge de sorra. És aquell gra en concret, només aquel. Se’n va cap avall».

[«Título: Al di là. Más allá. Aldilà, el Más allá.
Y más:
«Tienes conciencia de la muerte cuando se desliza un determinado grano de arena en el reloj de arena. Es aquel grano en concreto, solo aquel. Se va para abajo».]

La consciencia de la muerte, supongo, hace que se apure más cada día. Pensar que nunca moriremos no sirve de nada si otros miedos más banales ocupan el lugar.

Pero esa no es la cuestión. No creo que Climent sea un libro que trata sobre todo sobre la muerte, sino más bien sobre el amor, o sobre la consciencia de uno mismo y del otro, del ser amado. Sobre el tiempo que pasa, sobre la incapacidad de retener momentos, personas o sensaciones. En algunos párrafos, y como ocurre en muchos libros, me ha dado la impresión de que lo que pone solo lo entiende y es propiedad del escritor. Sin embargo, de algún modo, también lo es de quien lee y se encuentra en esas palabras:

He vist una noia que duia una samarreta. Hi deia: «Your life is my poison». No es només una lletra d’una cançó romàntica, he pensat. És més. La teva vida és el meu verí. La teva vida vol dir formar-ne part, tastar cada moment d’aquesta superfície, cada un dels instants que et donen forma i als quals tu concedeixes, sense saber-ho, sense que jo sàpiga quins són, el privilegi de ser els únics instants que jo voldria tenir a l’abast. No es tracta de compartir coses que només nosaltres sabem, sinó de voler que totes les cosas siguin compartides i siguin, en exclusiva, nostres.
El que deia, el meu verí.

[He visto una chica que llevaba una camiseta. Ponía: «Your life is my poison». No es solo la letra de una canción romántica, he pensado. Es más. Tu vida es mi veneno. Tu vida significa formar parte, saborear cada momento de esta superficie, cada uno de los instantes que te dan forma y a los cuales tú concedes, sin saberlo, sin que yo sepa cuáles son, el privilegio de ser los únicos instantes que yo querría tener al alcance. No se trata de compartir cosas que solo sabemos nosotros, sino de querer que todas las cosas sean compartidas y sean, en exclusiva, nuestras.
Lo que decía, mi veneno.]

Esto ya es algo más personal, pero creo que un poco en este fragmento que pongo a continuación se habla de la literatura, a la vez que de muchas otras cosas. ¿O no es una idea de lo más sugerente? Lo malo es que ya hace tiempo que terminé el libro y ahora no soy capaz de recordar el contexto…

Els altres són com aquelles formiguetes que Orson Welles contemplava des de la nòria. No són éssers humans, són formiguetes. Es poden aixafar com si res. I ningú no pensa en el seu patiment.

[Los otros son como aquellas hormiguitas que Orson Welles contemplaba desde la noria. No son seres humanos, son hormiguitas. Se pueden aplastar como si nada. Y nadie piensa en su sufrimiento.]

Y bueno, en realidad me está quedando una entrada muy larga porque seleccioné bastantes fragmentos para la reseña. Hubo muchas frases, y párrafos enteros, que me cautivaron.  Necesitaba ponerlos aquí. Por ejemplo este, donde se podría cambiar la chica morena por cualquier otra cosa, porque para mí está hablando de posibilidades, de novedades en el mejor sentido de la palabra…

Una altra noia, morena, amb el cabell negre recollit, duia unes arracades amb un aire bizantí i les celles perfilades, primes. I uns guants d’aquells que no tenen dits. El seu perfum era de mandarina. Vaig pensar que me’n podria enamorar amb la constància d’un boig, a les palpentes, como un cec.

[Otra chica, morena, con el pelo negro recogido, llevaba unos pendientes con un aire bizantino y las cejas perfiladas, finas. Y unos guantes de esos que no tienen dedos. Su perfume era de mandarina. Pensé que me podría enamorar con la constancia de un loco, a tientas, como un ciego.]

Y hasta ahora solo he hablado de Climent, pero Leo, el escritor que recibe el encargo de los amigos del primero, sufre una especie de transformación personal a lo largo del libro. No solo empatiza con Climent en muchos aspectos, sino que su propia historia se va complicando más y más, y al final parece que algo de esa melancolía que reina en la historia de Climent se traspasa a él mismo. Esa cajonera llena de papeles y recortes… en el fondo parece la metáfora de algo más.

Y para terminar, diré que me ha encantado esta novela sobre búsqueda, sobre amor y sobre olvido, sobre el cambio y las cosas que permanecen, y sobre el dolor y la muerte. Pero sobre todo, creo que se centra en el juego de hilos invisibles que hacen que nuestros actos y sentimientos afecten a otras personas, tanto las cercanas y evidentes, como aquellas más alejadas. Creo que el párrafo que he puesto al principio condensa a la perfección una de las reflexiones más importantes del libro, la de la pérdida, la de observar la pérdida y cómo todo va desapareciendo. Muy recomendable.

Però ara em vénen al cap unes teves paraules, en una d’aquelles cites que hem tingut a correcuita, i se’m desmunta la voluntat de parlar de tot això amb calma. «Tinc desada la teva mirada en un cafè. La màgia d’aquests cafès», vas dir, «és que els convertim en una bombolla». I després hi vas afegir una contradicció tendra: «Una bombolla poderosa i indestructible, como una cuirassa». T’ho vaig fer notar i vas dir: «I què?, no es poden dir aquestes coses o què?» Han estat, aquests cafès, una abstracció de tot el que ens envolta. I han estat fràgils com la bombolla i coriacis com una muralla. És clar que es poden dir, aquestes coses. De fet, són les úniques coses que s’haurien de poder dir.
(…)
Saps què? Em penso que el dia que això s’acabi, el dia que aquesta membrana líquida esclati, inestable com és (i ho farà amb l’esgarip d’una paret que s’ensorra i amb la desconeguda remor d’una espelma que s’apaga), aquell dia, doncs, Sara, seré jo qui farà fotos. Aniré a tots els llocs on hem estat, als cafès, als bars, als restaurants, als cotxes, al meu pis, al mirador des d’on vam veure, de nit, un mar de primavera, als teatres i als cinemes, als carrers i a les places, i faré com ara fas tu amb la platja. No hi haurà figures ni músculs, ni la teva esquena ni la teva boca ni res que sigui teu, sinó només l’escenari. Sense res. Potser només l’aigua que mullava els teus peus. I la sorra. Només el lloc, els llocs, l’espai. I aleshores no sé si em fixaré en la buidor (i m’hi rabejaré: ja ho saps, és tot allò que et deia del còctel dels boleros i de Kierkegaard) o si miraré de tornar a omplir aquella desolació amb cada un dels gestos que fan que els cafès, i els bars i els restaurants, els cotxes, el riu i el mirador des d’on vam veure, de nit, un mar de primavera, els teatres, els cinemes, els carrers, les places i el meu pis siguin nous i habitats per tu, sempre, perquè tu hi vas ser un dia.

[Pero ahora me vienen a la cabeza tus palabras, en una de aquellas citas que hemos tenido con prisas, y se me desmonta la voluntad de hablar de todo esto con calma. «Tengo guardada tu mirada en un café. La magia de estos cafés», dijiste, «es que los convertimos en una burbuja». Y después añadiste una contradicción tierna: «Una burbuja poderosa e indestructible, como una coraza». Te lo hice notar y dijiste: «¿Y qué?, ¿No se pueden decir estas cosas o qué?» Han sido, estos cafés, una abstracción de todo lo que nos rodea. Y han sido frágiles como la burbuja y duros como una muralla. Está claro que pueden decirse, estas cosas. De hecho, son las únicas cosas que deberían poder decirse.
(…)
¿Sabes qué? Pienso que el día que esto se acabe, el día que esta membrana líquida reviente, inestable como es (y lo hará con el estruendo de una pared que se derrumba y con el rumor desconocido de una vela que se apaga), ese día, entonces, Sara, seré yo quien hará fotos. Iré a todos los sitios donde hemos estado, a los cafés, los bares, los restaurantes, los coches, el río, mi piso, el mirador desde donde vimos, de noche, un mar de primavera, a los teatros y a los cines, a las calles y a las plazas, y haré como ahora haces tú con la playa. No habrá figuras ni músculos, ni tu espalda ni tu boca ni nada que sea tuyo, sino solo el escenario. Sin nada. Puede ser que solo el agua que mojaba tus pies. Y la arena. Solo el sitio, los lugares, el espacio. Y entonces no sé si me fijaré en el vacío (y me dará rabia: ya lo sabes, es todo eso que te decía del cóctel de los boleros y de Kierkegaard) o si intentaré volver a llenar esa desolación con cada uno de los gestos que hacen que los cafés, y los bares y los restaurantes, los coches, el río y el mirador desde donde vimos, de noche, un mar de primavera, los teatros, los cines, las calles, las plazas y mi piso sean nuevos y habitados por ti, siempre, porque tú estuviste un día.]

Autor: Josep Fonalleras (@fonalleras en Twitter)
Año publicación: 2013
Editorial: Amsterdam
Número de páginas: 216
ISBN: 978-84-92941-92-6
Leído en… catalán
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